Ozma de Oz by Lyman Frank Baum

Ozma de Oz by Lyman Frank Baum

autor:Lyman Frank Baum [Baum, Lyman Frank]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 1907-04-24T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 10

EL GIGANTE DEL MARTILLO

El camino atravesó por un tiempo una bonita región de granjas y después pasó por delante de una arboleda ideal para hacer picnics que resultaba muy tentadora. Pero la pro-cesión siguió avanzando a un ritmo constante hasta que Billina, de repente, soltó un grito brusco y autoritario:

—¡Un momento! ¡Un momento!

Ozma detuvo el carruaje con tanta brusquedad que el Caballete del Espantapájaros casi chocó contra él, y las filas del ejército tropezaron unas con otras hasta que lograron detenerse. De inmediato, la gallina amarilla saltó de los brazos de Dorothy y voló hacia unos matorrales que había al lado del camino.

—¿Qué pasa? —preguntó el Leñador de Hojalata con preocupación.

—Billina quiere poner su huevo, eso es todo —dijo Dorothy.

—¡Poner su huevo! —repitió el Leñador de Hojalata, asombrado.

—Sí, pone uno todas las mañanas, más o menos a esta hora, y son muy frescos —dijo la niña.

—¿Pero tú vieja y tonta gallina cree que toda esta cabal-gata, que va rumbo a una importante aventura, se va a detener mientras ella pone el huevo? —preguntó el Leñador de Hojalata, muy serio.

—¿Qué otra cosa podemos hacer? —preguntó la niña—. Es un hábito de Billina, y no puede prescindir de él.

—Entonces debe darse prisa —dijo el Leñador de Hojalata, impaciente.

—¡No, no! —exclamó el Espantapájaros—. Si se da prisa quizá ponga huevos revueltos.

—Eso es una tontería —dijo Dorothy—. Pero estoy segura de que Billina no tardará mucho.

Así que se detuvieron a esperar, aunque todos estaban inquietos y ansiosos por seguir. Y al poco tiempo la gallina amarilla salió de los arbustos diciendo:

—¡Ca-ca-ca-ca-ca-ca-caaa! ¡Ca-ca-ca-ca-ca-ca-caaa!

—¿Qué hace? ¿Canta porque ha puesto el huevo? —preguntó el Espantapájaros.

—¡En… marcha! —gritó el Leñador de Hojalata, blandiendo el hacha, y la procesión empezó a andar de nuevo mientras Dorothy levantaba otra vez a Billina en brazos.

—¿Alguien quiere buscar mi huevo? —exclamó la gallina—, muy excitada.

—Yo lo buscaré —dijo el Espantapájaros, y cumpliendo sus órdenes el Caballete brincó hasta los arbustos. El hombre de paja pronto encontró el huevo y lo metió en el bolsillo de la chaqueta. La cabalgata, que avanzaba con rapidez, se había adelantado bastante, pero el Caballete no tardó mucho en alcanzarla, y finalmente el Espantapájaros volvió a ocupar su lugar detrás del carruaje de Ozma.

—¿Qué hago con el huevo? —preguntó a Dorothy.

—No lo sé —contestó la niña—. Quizá lo quiera el Tigre Hambriento.

—No serviría ni siquiera para rellenarme una muela —comentó el Tigre—. Un montón de ellos, hervidos y duros, quizá podrían calmar algo mi apetito, pero un huevo solo que yo sepa no sirve para nada.

—No, ni siquiera alcanzaría para hacer un bizcocho —dijo pensativo el Espantapájaros—. El Leñador de Hojalata podría llevarlo con el hacha y empollarlo, pero después de todo quizá lo mejor sea que yo lo guarde como recuerdo.

Así que lo dejó en el bolsillo.

Ahora habían llegado a aquella parte del valle que se extendía entre las dos montañas altas que Dorothy había visto desde la ventana de la torre. Al final estaba la tercera montaña grande, que bloqueaba el valle y servía de frontera norte al País de Ev.



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