Olvidar Palermo by Edmonde Charles-Roux

Olvidar Palermo by Edmonde Charles-Roux

autor:Edmonde Charles-Roux [Charles-Roux, Edmonde]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1965-12-31T16:00:00+00:00


* * *

Sí, mi reina de la orilla del mar, la estoica, la veraz, decías bien: los acontecimientos no caen del cielo. Cada instante de nuestras vidas los prepara, cada sentimiento, cada idea, les abren el camino. Tal el caso de Antonio: habían sido dados los tres golpes, el acontecimiento estaba allí. Esta escena desgarradora le empujó hacia mí y, después, hacia su muerte. Penetró en él con la certeza profunda de que nada le separaba de la miseria entrevista aquella noche. Entre esta miseria y él no había más que una diferencia de origen, de fortuna, de lenguaje. ¿Qué era, pues? ¿Y podía, después de esto, volver a nuestros prolongados ocios, encontrar de nuevo nuestras playas y la indolencia mágica de los días pasados?

Bruscamente, Antonio comprendió que jamás podría olvidar la desgracia de aquella gente, su tragedia, y esta conmoción imprimió un nuevo rumbo a sus ideas. Era como el fin de un encantamiento, como si lo de antes no hubiese sido más que una vestidura inútil.

Y esto fue lo que determinó su conducta; en aquel momento, resolvió hacerme suya. Sí, mi reina dulce, humana, grave, enlutada, deja que caminemos solos por las callejas y, después por los caminos que serpentean hacia aquella casa un poco abandonada, situada en lo alto de una colina y al borde del vacío. Cierra los ojos y, como aquel día, finge que no sabes nada…, que no quieres saber nada.

¿Nos preguntaste siquiera lo que significaba nuestra salida al campo? Hubiérase dicho que sabías, desde mucho tiempo atrás, lo que llevábamos en la cabeza y que acabaríamos yendo hacia aquella casa solitaria, hacia su alto muro de bloques desiguales, de piedras enormes colocadas unas encima de otras, amontonadas sin orden ni concierto, talladas no se sabe cómo ni por quién, para convertirlas en soporte de una vegetación milagrosa, buganvillas en cascadas, jazmines y belesas entremezclados, zócalo secreto, en plataforma apenas visible de la que surgían, como llamas, los cipreses y las pitas enraizados en ella; hubiérase dicho que nuestra decisión nada tenía de sorprendente y que tú, sin conocer la casa, te imaginabas los accesos, caminos escarpados trazados por los pastores y sus rebaños; el arco de un portal colocado por sorpresa en la vertiente de una arista viva, un arco de color de rosa, de este rosa a base de ocre, de greda y de tierra ferruginosa, elementos que, mezclados en cualquier sitio que no fuera Sicilia, no podrían dar jamás aquel rosa definitivo y glorioso, y, a ambos lados del arco, flanqueándolo como candelabros, dos palmeras que daban testimonio de que antaño hubo en aquel lugar un amo aficionado a la grandeza y un jardinero, puesto que las palmeras no crecen solas en aquellas alturas…

Parece increíble que nos dejaran ir solos a aquella casa lejana, y sin embargo… Tu voz no revelaba la menor inquietud al vernos marchar.

—Encontraréis a Zaira, que abrirá las ventanas y os dará de comer.

¿Contabas con ella para protegemos de nosotros mismos, o bien Zaira no era más



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