Odio en las manos by María Gómez

Odio en las manos by María Gómez

autor:María Gómez [Gómez, María]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2021-05-01T00:00:00+00:00


* * *

Había pasado por la consulta para coger mi libreta, antes de salir camino a la parroquia Nuestra Señora de África, cuando sonó el teléfono de mi despacho.

—¿Diga?

—¡Ana! Por fin te localizo, soy… —⁠Dudó qué nombre elegir⁠—. Gaona. Soy Miguel Ángel Gaona.

Había descolgado directamente, sin tener en cuenta que podía ser él.

—Me vas a perdonar, pero ahora no puedo atenderte, me pillas a punto de coger el coche.

—¡Eso es estupendo! Así no tardarás nada en llegar.

—¿Llegar adónde?

—A la comisaría —contestó con firmeza.

Un sudor frío me recorrió el cuerpo.

—Tienes que venir ahora mismo a la comisaría.

Aquello parecía una orden. Empecé a tiritar, la vista se me nubló, sentía que me ahogaba. Parecía que mis peores temores se habían cumplido; pero nunca pensé que sería tan pronto. Y yo sin noticias del abogado de Casilda…

—¿De qué estás hablando, Gaona? —⁠pregunté finalmente.

—¡La hemos encontrado!

—¿A quién?

—¡A quién va a ser! —exclamó molesto, como si solo existiera una respuesta posible a esa pregunta⁠—. ¡A Rosario!

Estaba tan nerviosa que había olvidado por completo que seguían buscándola. Por un momento vi peligrar mi pellejo y eso había borrado a cualquier otra persona de mi ecuación.

—¿Ha aparecido Rosario? —grité, ahora emocionada.

—¡Ha aparecido!

—¡Ha aparecido Rosario! —volví a gritar⁠—. ¿Y está viva?

—Por supuesto que lo está. ¡Vivita y coleando!

—¿La tenía ese?

—¡Eso es lo más sorprendente de todo! ¡Que no! Estaba escondida.

En ese momento Marie irrumpió en mi despacho con el dedo apuntando a lo alto. Trataba de decirme algo, pero yo le hice señas de que aguardase, que estaba al teléfono. Parecía que hubiese estado escuchando todo el tiempo al otro lado de la puerta (esa era una sensación que tenía a menudo), porque juraría que quería aportar algo a mi conversación con Gaona. Estaba tan emocionada por la noticia de que Rosario hubiese aparecido viva, que no se me ocurrió echarla de mi despacho para que no pudiese oír nada más de lo que decía.

—¿Escondida dónde? —pregunté.

Marie insistió, buscando mi atención, pero yo solo tenía oídos para Gaona. Me giré, dándole la espalda, para tratar de encontrar algo de intimidad.

—Ven ahora mismo a la comisaría, Ana, te lo contaré todo. Además, vamos a necesitarte.

—¿Dónde está ella ahora?

—Viene de camino. La reconoció un municipal del barrio de Salamanca cuando salía de un portal.

—¿Y la detuvo?

—Como te dije, desde que el marido confirmó su coartada, Rosario es la principal sospechosa del crimen del pequeño Amador. El compañero siguió el protocolo. Se había emitido una orden judicial de busca y captura que se remitió a todos los cuerpos de seguridad. A efectos prácticos, Rosario era una prófuga acusada de matar a su hijo con su arma reglamentaria.

—¿Y ha confesado?

—¡Eso es lo mejor de todo! El compañero me ha dicho que parece que no sabe nada de lo del niño.

—¿Cómo dices?

—Apenas ha hablado con ella, porque parece ser que está muy nerviosa. Solo dice que quiere ver al niño. ¡Por eso tienes que venir! Necesita apoyo profesional.

—¿Y la crees? —dije, desoyendo sus demandas.

—Quiero creerla.

—Ya, pero…

—¡Ana, tengo que colgar! Acaba de llegar. Nos vemos aquí.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.