Obras escogidas IV by Cornell Woolrich

autor:Cornell Woolrich [Woolrich, Cornell]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1962-12-31T16:00:00+00:00

UNA SOLA GOTA DE SANGRE

1) El crimen. Los acontecimientos que lo provocan

NO había premeditado nada y sin embargo, se dijo después, la cosa no había podido salir mejor. Mucho mejor. Todo hubiera podido fracasar, pensó; escoger un lugar equivocado, escoger una hora equivocada, escoger un arma equivocada. Previendo y calculando demasiado, hubiera podido enervarse, como les ocurre a tantos otros, y, mientras se esforzaba en no olvidar una cosa, podía haber olvidado cualquier otra cosa.

Pero de aquel modo no había tenido nada que olvidar, porque no había tenido nada dé que acordarse. De buenas a primeras, sin ninguna repetición previa, había actuado, y había actuado bien, con la cabeza fría. Los cálculos sobre el empleo del tiempo que se establecen con demasiada minuciosidad no pueden ser respetados. Cuando se actúa de un modo improvisado, como lo había hecho él, el tiempo no tiene importancia. Treinta segundos más o menos no pueden determinar el fracaso, cuando no se ha previsto nada con un rigor de treinta segundos.

Las circunstancias en sí eran antiguas como el mundo y sumamente vulgares. Las más antiguas y las más vulgares que puedan imaginarse. No para él, desde luego, ni para ella. Para los protagonistas nunca lo son. Siempre es una cosa nueva. Lo nunca visto.

En primer lugar, era soltero. No tenía dificultades de ninguna clase. Poseía un automóvil, una profesión, salud y un físico aventajado. Pero sobre todo tenía libertad. Si regresaba a su casa a las diez de la noche o a las dos de la mañana, si había bebido una copa o había bebido varias, no tenía que rendir cuentas a nadie.

Era la personificación misma del espíritu masculino, ese espíritu errante que no se está quieto y que no deja de atraerse complicaciones cuando no las tiene… que no tiene más dirección a tomar que la que va desde la ausencia de complicaciones hasta la presencia de un montón de complicaciones.

Y es así que nos encontramos con él, una estrellada noche de mayo, con un traje de 95 dólares y 75 dólares en su cartera, un descapotable nuevo que le aguarda junto a la acera para llevarle en la dirección que habrá escogido, y con una joven llamada Corinne en los brazos… una Corinne muy bonita, desde luego. Bailan y giran, se apartan uno de otro, vuelven a unirse, y sobre todo (uno de los pasos favoritos de ella), unen sus manos encima de sus cabezas y él pasa por debajo de ese puente improvisado, da media vuelta y pasa por segunda vez. Todo esto al compás, al ritmo excelente de La noche en que se inventó el champaña, melodía que interpreta un excelente orquesta.

Muy agradable de contemplar aquella danza, aquella danza fatal… ya que era la primera vez que bailaban juntos. Habrían tenido que dar media vuelta y huir, cada uno por su lado, en dirección opuesta.

En lugar de esto, anduvieron hacia el automóvil. Ella acarició con la mano la rutilante carrocería, mientras en sus ojos brillaba la admiración, y él resplandecía, orgulloso

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