Numancia by Miguel de Cervantes Saavedra

Numancia by Miguel de Cervantes Saavedra

autor:Miguel de Cervantes Saavedra [Cervantes Saavedra, Miguel de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Bélico, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1585-04-23T00:00:00+00:00


Jornada cuarta

Scena I

Tócase al arma con gran priesa, y a este rumor salen CIPIÓN con JUGURTA y GAYO MARIO, alborotados.

CIPIÓN ¿Qué es esto, capitanes? ¿Quién nos toca

al arma en tal sazón? ¿Es por ventura

alguna gente desmandada y loca,

que viene a procurar su sepultura?

O no sea algún motín el que provoca 5

tocar al arma en recia coyuntura:

que tan seguro estoy del enemigo,

que tengo más temor al que es amigo.

(Sale QUINTO FABIO, con la espada desnuda, y dice:)

QUINTO FABIO Sosiega el pecho, general prudente,

que ya desta arma la ocasión se sabe, 10

puesto que ha sido a costa de tu gente:

de aquélla en quien más brío y fuerza cabe.

Dos numantinos, con soberbia fuerte,

cuyo valor será razón se alabe,

saltando el ancho foso y la muralla, 15

han movido a tu campo cruel batalla.

A las primeras guardias imbistieron,

y en medio de mil lanzas se arrojaron,

y con tal furia y rabia arremetieron,

que libre paso al campo les dejaron; 20

las tiendas de Fabricio acometieron,

y allí su fuerza y su valor mostraron,

de modo que en un punto seis soldados

fueron de agudas puntas traspasados.

No con tanta presteza el rayo ardiente 25

pasa rompiendo el aire en presto vuelo,

ni tanto la cometa reluciente,

se muestra ir presurosa por el cielo,

como estos dos por medio de tu gente

pasaron, colorando el duro suelo 30

con la sangre romana que sacaban

sus espadas doquiera que llegaban.

Queda Fabricio traspasado el pecho;

abierta la cabeza tiene Horacio;

Olmida ya perdió el brazo derecho 35

y de vivir le queda poco espacio.

Fuele ansí mismo poco de provecho

la ligereza al valeroso Estacio,

pues el correr al numantino fuerte

fue abreviar el camino de su muerte. 40

Con presta ligereza discurriendo

iban de tienda en tienda, hasta que hallaron

un poco de bizcocho, el cual cogieron;

el paso, y no el furor, atrás volvieron:

el uno dellos se escapó huyendo, 45

al otro mil espadas le acabaron;

por donde infiero que la hambre ha sido

quien les dio atrevimiento tan subido.

CIPIÓN Si estando deshambridos y encerrados

muestran tan demasiado atrevimiento, 50

¿qué hicieran siendo libres y enterados

en sus fuerzas primeras y ardimiento?

¡Indómitos, al fin seréis domados,

porque contra el furor vuestro violento

se tiene de poner la industria nuestra, 55

que de domar soberbios es maestra!

(Éntrase CIPIÓN y los suyos, y luego tócase al arma en la ciudad, y al rumor sale MORANDRO, herido y lleno de sangre, con una cestilla blanca en el brazo izquierdo con algún poco de bizcocho ensangrentado, y dice:)

MORANDRO ¿No vienes, Leoncio? Di:

¿qué es esto, mi dulce amigo?

Si tú no vienes conmigo,

¿cómo vengo yo sin ti? 60

Amigo, ¿que te has quedado?

Amigo, ¿que te quedaste?

¡No eres tú el que me dejaste,

sino yo el que te he dejado!

¿Que es posible que ya dan 65

tus carnes despedazadas

señales averiguadas

de lo que cuesta este pan?

¿Y es posible que la herida

que a ti te dejó difunto, 70

en aquel instante y punto

no me quitó a mí la vida?

No quiso el hado cruel

acabarme en paso tal,

por hacerme a mí más mal 75

y hacerte a ti más fiel.

Tú, en fin, llevarás la palma

de más verdadero amigo;

yo a desculparme contigo

enviaré bien presto el alma; 80

y tan presto, que el afán

a morir me llama y tira,

en dando a mi dulce Lira

éste tan amargo pan.



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