Novia prestada by Elizabeth Lane

Novia prestada by Elizabeth Lane

autor:Elizabeth Lane
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2010-08-09T22:00:00+00:00


Nueve

Volvieron a la calesa con sus compras. Judd cojeaba algo menos, pero por sus gestos Hannah podía ver que el dolor de las costillas estaba empeorando.

¿Qué era lo que le estaba ocultando? ¿Había recibido alguna noticia, quizá esa misma mañana, mientras ella seguía dormida? ¿Era por eso por lo que había mandado enganchar la calesa tan temprano, con la idea de bajar al pueblo? ¿Estaría a punto de comunicarle que Quint estaba muerto?

—Todavía es temprano —le estaba diciendo Judd—. Pero si quieres que comamos en el hotel...

Hannah negó con la cabeza. Nunca en toda su vida había comido en el hotel. En cualquier otra circunstancia, habría sido una tentación. Pero en ese momento, con el terror cerrándole la garganta, sabía que sería incapaz de tragar bocado.

—Por favor, vámonos ya a casa.

La ayudó a subir y partieron. Dutchman's Creek no era un pueblo grande. Al poco rato dejaron atrás las últimas casas y las miradas de curiosidad de sus habitantes. Olas de calor se levantaban en los verdes campos de alfalfa. Al fondo, las Montañas Rocosas se destacaban azules bajo las nubes. Hannah esperaba, jugueteando nerviosa con la tela de su vestido. Hasta que ya no pudo soportarlo más:

—Vamos, Judd. Dime ya lo que tengas que decirme. ¿Se trata de Quint? ¿Acaso ha muerto?

Judd detuvo la calesa y se volvió hacia ella, consternado.

—Dios mío, Hannah... ¿es eso lo que estabas pensando? Si me hubiera enterado de algo así... ¿crees que hubiera esperado tanto tiempo para decírtelo?

Hannah respiró de nuevo. Casi se desmayó de puro alivio.

—Así que no has recibido ninguna noticia.

—Ni una palabra. De haber recibido alguna, te la habría contado inmediatamente.

—Pero ese cable que enviaste a la agencia de detectives...

—Hasta ahora no han hecho otra cosa más que enviarme sus malditas facturas. He perdido la paciencia con ellos. Alguien tiene que ir en busca de Quint y traerlo a casa —fijó la mirada en el horizonte—. He estado pensando en ello esta mañana. En la forma física en que estoy, sirvo de muy poco en el rancho. Siempre y cuando descanse adecuadamente, podría continuar con mi proceso de recuperación en el tren, o en un barco...

—Judd...

—No, escúchame. Dentro de unos días partiré para Alaska. Seguiré las rutas que pudo haber tomado Quint y me llevaré una fotografía suya para enseñársela a la gente. Con un poco de suerte, descubriré su paradero.

—¿Y si fracasas? —Hannah susurró la pregunta.

—Si para cuando los árboles comiencen a otoñar no lo he encontrado, volveré a casa. En invierno no tiene mucho sentido seguir buscando.

Hannah le tomó una mano y se la apretó.

—Gracias.

—No me las des aún —recogió las riendas y se puso nuevamente en marcha—. Tendrás una gran responsabilidad mientras esté fuera. Al Macklin se encargará de los hombres y del ganado. Pero llevar la casa y las cuentas... eso te corresponderá a ti. ¿Podrás hacerlo?

Hannah asintió, esforzándose por no sentirse abrumada. Tendría que hacer su parte. Judd contaba con ella.

—Tendrás que enseñarme algunas cosas. La aritmética era mi asignatura preferida en la escuela, pero lo de llevar los libros de contabilidad será todo un desafío.



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