No quería casarme by Corín Tellado

No quería casarme by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1982-12-31T16:00:00+00:00


X

No se cambió a casa de Teo.

Una cosa era verle casi a diario allí y otra, muy distinta, dejar su casa.

Sus relaciones con Teo no habían cambiado, al menos en cuanto a él. Lo que ella sintiera era punto y aparte. Pero jamás se le ocurrió decírselo a su amigo.

Un día le ordenaron dejar la redacción y pasar al inmueble contiguo, a un despacho particular, donde la nombraron redactora jefe de un semanario dominical.

Fue ella la razón de que Beatriz la llamara por teléfono uno de aquellos días.

—Oye, ha venido tu exmarido.

—¿Cómo?

—Te buscaba como siempre, pero salí yo por orden de Teo. Le dije que ya no trabajabas aquí.

No le dolió.

¿Por qué iba a dolerle? ¿Acaso Paco se compadeció de ella cuando la dejó sola? Además, no viéndolo tampoco se compadecía.

Fue algo que alejó de su vida casi sin proponérselo. A la sazón no tenía más roce con Teo que si iba a su dúplex o Teo a su piso.

De todos modos la confección del semanario dominical le ocupaba muchas horas. Ganaba mucho más, pero el trabajo no le ofrecía mucho asueto.

Un día Teo Se lo dijo:

—¿Quién diablos te metió en ese lío? Lo estás haciendo bien, pero yo prefería que estuvieras donde estabas.

Se hallaban ambos en la cocina del dúplex de Teo, ambos haciendo la comida de un domingo que empezaba a ser menos frío.

Había pasado la noche con él. La primera noche y se habían comportado como una pareja conviviendo normalmente. Para entonces ella había cambiado de cuarto y disponía dé un apartamento pequeño, pero mejor y más céntrico. Había dejado aquel de la calle Orense, sin calefacción y tan pequeño…

Tampoco hacía colaboraciones para agencias porque carecía de tiempo y no lo necesitaba porque le pagaban lo suficiente para vivir como gustase.

—Fue Ignacio Miles —le explicó—. Dijo que estaba perdiendo el tiempo haciendo críticas o artículos políticos. Así que decidió que podía llevar el semanario dominical y a mí me gusta. Me da trabajo, pero más acción y aprendo mucho de los colaboradores.

—Yo no puedo coaccionarte en ningún sentido —dijo Teo—, pero ya te digo hubiera sido estupendo verte a través de la cristalera. Oye, ¿sabes que pienso ir a Londres la semana que viene?

Una tregua.

Un poder ella reflexionar.

¿No ocurriría que un día Teo dejara de llamarla o le pidiera la llave?

Pero llevaba dos meses o más teniendo relaciones íntimas cada dos o tres días. Si no iba ella al dúplex, Teo se presentaba en su apartamento de improviso y a cualquier hora. Unas veces para invitarla a salir, otras para comer algo con ella y se quedaba allí hasta que a la mañana siguiente salían juntos.

Su vida en común se hacía hábito.

Los sábados salían habitualmente, se reunían con amigos, los cuales ya sabían que ellos eran la pareja sentimental. Eso era lo de menos. Lo de más era otra cosa muy diferente.

Se estaba enamorando como una loca de Teo.

Pero aquel no había cambiado para nada en sus relaciones con ella. Terminadas aquellas, conversaban incansables de todos los temas y era como si no recordara para nada que habían disfrutado juntos.



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