No decepciones a tu padre by Carme Chaparro

No decepciones a tu padre by Carme Chaparro

autor:Carme Chaparro [Chaparro, Carme]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788467064087
editor: PLANETA BOOKWIRE
publicado: 2021-07-26T22:00:00+00:00


No les ha costado encontrarla. Ni llevarla a comisaría. No se ha resistido. De hecho, parece que les estaba esperando. «Dejadme que apague los ordenadores antes de irme con vosotros», les ha dicho a los agentes que han ido a por ella a la oficina.

—Buenas noches, Lola.

—Buenas noches, Ana.

—¿Estás cómoda? ¿Te han tratado bien?

La mujer asiente con la cabeza, sentada en una vieja silla de metal en la sala de interrogatorios número cuatro.

—¿Quieres algo? ¿Un café, un refresco, agua?

—No. —Mira a su alrededor analizando el lugar al que la han llevado.

—Ya ves —apunta Ana, sentándose en la silla colocada frente a la mujer, al otro lado de la mesa—, a este chiringo le hace falta una capa de pintura. Bueno, y ni con eso se arreglaría el cuchitril.

—¿Estoy en problemas? —pregunta preocupada.

La voz grave de Lola, esa voz tan potente y extraña para un cuerpo tan pequeño, resuena en las paredes sin ventana de la habitación por la que han pasado algunas de las mentes criminales más retorcidas del país.

—¿Crees que lo estás?

Niega con la cabeza.

—¿Sabes por qué te hemos traído?

Lola no contesta. Solo levanta los hombros en un gesto que podría interpretarse como «me da igual» o «vete tú a saber».

—La una y media de la madrugada —continúa Ana al ver que no va a recibir respuesta— no es una hora habitual para dejar un sobre en la recepción de un hotel, ¿no crees?

Otra vez el mismo gesto desganado con los hombros.

—A menos que no quisieras que te viesen.

Nada. Silencio.

Ana mira al falso espejo situado en una de las paredes laterales.

—Por favor, compañeros, abridnos, nos vamos a otro sitio. —Ana se levanta y le indica a Lola que la acompañe—. Ven, Lola, vamos a mi despacho. Al menos es más bonito, aunque no esperes tampoco gran cosa.

De camino hacia el despacho, Ana siente la necesidad vital de rellenar el hueco que el silencio deja entre las dos. Solo se escuchan sus zapatos rozando contra las horribles losetas del suelo y el eco de algunas conversaciones de las personas que a esa hora tardía continúan trabajando en los despachos y las salas de ese bloque de la jefatura.

—Antes de ayer me mordí la carne interior del labio —le dice Ana, descolocándola—. Tenía que subir a ver a mi jefe. No me apetecía nada. Bueno, lo que me apetecía era tirarle el teléfono a la cabeza, pero no podía ser, así que entré a su despacho mordiéndome el carrillo como forma de autocontrol.

Lola la mira con curiosidad. Y eso es precisamente lo que quiere Ana, que la escuche, aunque sea por tonterías triviales.

—Ya sabes lo que duele cuando estás masticando y los dientes calculan mal y se clavan en tu propia carne. —Lola asiente, intrigada—. La llaga lleva dos días dándome por saco. Pues un forense me contó hace años que el cuerpo también tiene remedio para eso. ¿Te imaginas, Lola, lo que dolería y lo que tardaría en curar un bocado así en cualquier otra parte del cuerpo que, además, estuviera húmeda constantemente? Y el riesgo de infección.



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