Niebla by Andreas Pflüger

Niebla by Andreas Pflüger

autor:Andreas Pflüger [Pflüger, Andreas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2016-03-06T16:00:00+00:00


21

Holm ya ha recorrido antes ese trayecto. Desde que el semáforo de la Galería Nacional se pone verde hay doce segundos hasta el túnel. Allí acelerará a ciento sesenta con una sola mano y tardará cuarenta y cuatro segundos en llegar a su objetivo, por el arcén si es necesario. Su pulgar izquierdo no se separa del móvil.

Sascha vuelve la cabeza hacia atrás.

—¿Cómo te llamas?

—Bosch.

Mira a su hermano.

—¿De qué nos servirá este?

—Soy el que nos sacará de aquí —informa Bosch sin que le pregunten.

—Suelta el móvil. Danos esa alegría —pide Sascha sin hacerle ningún caso a Bosch.

—Sí, a ti —masculla Holm—. Porque nunca has aprendido a diferenciar lo que es importante de lo que no lo es. En ocasiones me pregunto si alguna vez has llegado a aprender algo.

Percibe el odio de Sascha. Así ha sido siempre.

En su casa nunca hubo una palabra amable, una sonrisa, una noche sin miedo. Lo que sí había era el puño con el anillo de sello, los alicates de pico de loro y el cinturón con hebilla de pinchos. En los días buenos era el puño. Los ojos vacíos de su madre, la cena a las siete en punto y la escalera del sótano. Durante seis años tuvo que bajar esa escalera, contar las grietas del techo del sótano, oír la respiración de su padre.

Entonces Sascha cumplió cuatro años y Holm ya había cumplido con su deber. Arriba, contó las grietas del techo de su habitación hasta que oyó que la puerta del sótano volvía a abrirse.

Todas las noches su hermano le suplicaba: «Mátalo».

Y todas las noches él guardaba silencio.

Su padre era un trabajador forestal con músculos como raíces de árbol. Una vez se coló en su jardín un gran danés buscando desperdicios y el hombre estranguló al animal como si nada.

Pero Holm lo sabía: «Algún día».

Empezó a entrenarse en secreto. Lanzaba rocas en la cantera abandonada, se pegaba con los chicos más malos, más altos y mayores que él, que le hacían daño.

Holm aprendió de ellos. Ocultó que tenía cada vez más músculos e intentó no cruzarse en el camino de su padre hasta que no fuera lo bastante fuerte.

«Algún día».

Durante cuatro años oyó cómo se cerraba la puerta del sótano.

La semana en que cumplió los diecinueve, buscó a un chulo cerca de la estación que fuera igual de grande que su padre. Lo lanzó a un callejón y le metió el tabique nasal hasta el cerebro; no acabó con él hasta que en la cara del hombre ya no quedó ni un solo hueso. Entonces supo que estaba preparado.

Le dijo a su padre que jamás volvería a tocar a su hermano. El hombre se quitó el cinturón con la hebilla de pinchos y Holm no se resistió. Disfrutó de esos minutos.

Después de eso fue todas las tardes al bosque, al lugar donde los trabajadores forestales estaban talando árboles. Durante seis días, su padre se marchó con los demás al terminar la jornada. El séptimo se quedó algo más. Faltaba poco para Navidad y quería cortar un abeto.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.