Nada será igual by Mercedes Gallego

Nada será igual by Mercedes Gallego

autor:Mercedes Gallego [Gallego, Mercedes]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2016-03-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 15

Salgado coincidió con Manel en el negociado de Personal a primera hora del martes. El comisario iba a entregar su solicitud de baja del cuerpo, el segundo el alta para incorporarse al servicio.

Manel sabía por Candela la decisión de Salgado, y antes de comenzar los trámites pidió al comisario que le acompañase a tomar un café, porque quería pedirle un último favor. Salgado no se negó.

—Mira, Salgado. Has sido duro conmigo y ahora reconozco que me lo merecía. Contigo he aprendido a dominar mis impulsos, pensar menos en mí y más en el colectivo. Eres y has sido un buen jefe. Solo quiero pedirte una última reflexión: pide excedencia en vez de la baja. El futuro es muy traidor, y te lo digo yo, que nunca había pensado en él; vengo de la bohemia, pero mi convivencia con Julia me ha hecho cambiar y mirar de otra forma las cosas. Y los años también, supongo. —Sonrió.

—Lo siento, Manel. La decisión está tomada. Me voy a mi pueblo, del que nunca debí salir, visto cómo me ha ido. He fracaso en todo: como policía, como padre, como marido…

—Pues es el momento de romper la inercia, Salgado. No fracases como amigo. Vázquez, Candela y yo lo somos y nos gustaría que tú también lo fueras nuestro.

—Lo soy, Manel. Pero estamos hablando de mi vida, no de la amistad.

Como si Manel los hubiera conjurado o la hora elegida fuera la propicia para encontrar en el bar a compañeros, Vázquez franqueó la puerta del bar y, sin permiso previo, se sentó junto al comisario.

—Me alegra verte por aquí, jefe.

—Ya no lo soy. Voy a pedir la baja del cuerpo.

Vázquez pensaba la respuesta, cuando por el cristal de la puerta vio entrar a Candela y a Virginia.

—¡Vaya! Hay reunión del grupo y no me habéis avisado —comentó Candela acercándose.

Virginia caminaba junto a ella con cara de pocos amigos y guardó silencio, aunque se dispuso a buscar silla junto a Candela.

—Te has adelantado, comisario. Pensaba ir a verte mientras esperamos la orden judicial para registrar la furgoneta de un fulano.

—¿Qué querías? Si se puede saber.

—Lo que todos, supongo. Porque esta reunión huele a conspiración que tira para atrás.

—Ha sido casual, aunque no lo parezca —cortó Manel—, pero creo que no tenemos nada que hacer.

—Mirad, amigos, os agradezco vuestras buenas intenciones pero yo no vuelvo al Cuerpo aunque estuviera pidiendo limosna. Ya he tenido bastante. En cuanto me contesten me largo a mi pueblo a vivir como una persona normal. Pescando truchas y respirando a pleno pulmón, que dicho sea de paso, no me vendrá mal, porque ya me falta un trocito.

Salgado, como buen montañés, no cedió. Él quería zanjar una época de su vida y nada de lo que le dijeran le haría cambiar de opinión. No se veía dentro de unos años, si decidía volver, arrinconado en la burocracia, que era a lo máximo que podría aspirar.

Se levantó dando por terminada la reunión y los demás hicieron lo propio. En silencio, se fueron a sus respectivos objetivos: Manel, a entregar el parte de alta.



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