Nada es para siempre by Noe Casado

Nada es para siempre by Noe Casado

autor:Noe Casado [Casado, Noe]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-11-16T16:00:00+00:00


Capítulo 14

—¿Y ahora qué hacemos?

—Que dejes de merodear a mi alrededor, por ejemplo —refunfuñó LM, que se sentía enjaulado, frustrado y muy culpable.

Enjaulado porque no tenía adónde ir, frustrado porque la misión se iba a pique y culpable por haberse acercado a una mujer con la única intención de sacar provecho.

Llevaban todo el día sin salir de casa, y Bastien dando por el saco. No había dejado que se encerrara en el desván y, para evitarlo, no había dudado en darle un patadón a la puerta, rompiendo el cerrojo.

—Vete a trastear con la maldita tableta. ¿No tienes que comprar más cachivaches?

—He descubierto una página donde venden unos látigos… ¿Cuándo es tu cumpleaños? Te regalaré uno que he visto, seguro que te entusiasma —se guaseó el otro, ganándose una mirada asesina.

LM sabía que pegar a un compañero estaba prohibido, pero ganas no le faltaban con tal de que Bastien se callara, aunque luego él tuviera que pasar confinado una larga temporada en algún lugar remoto del planeta.

—Ve a hacer algo con todos esos juguetes tecnológicos que tienes y déjame tranquilo.

—Nunca pensé que diría esto, pero echo de menos un buen libro.

—Creo que no tengo ninguna edición de Mein Kampf, pero si vas a dejar de dar la lata, ahora mismo salgo a comprarte una.

—Que no salga de aquí, pero no conseguí leerlo hasta el final.

—Vaya nazi que estás tú hecho —replicó LM, que, a pesar de querer estar solo, estaba entrando al trapo en la conversación.

—Lo mismo que os pasa a vosotros con el Quijote, que ninguno lo habéis leído, pero sacáis pecho cuando se habla de él —adujo Bastien.

—Razón no te falta, aunque en mi caso debo decir que fue una de las primeras obras que leí durante mi reclusión. Y, por favor, no me compares Mein Kampf con el Quijote.

—Ah, te pilló el año del lanzamiento, ¿eh?

A pesar de las reticencias, ambos empezaron a conversar sobre literatura, ya que durante sus respectivos años de aislamiento los libros habían sido una excelente válvula de escape para no acabar desquiciados.

También hablaron de música y ahí LM sí admitió que gracias al progreso podía escuchar sus composiciones favoritas en cualquier momento.

—¿Y el cine? ¿Qué me dices de las películas de ahora? —preguntó el austriaco—. Qué pasada en comparación con las de los años veinte, aquello era una birria. El expresionismo alemán no me convence, cuando vi Der Letzte Mann salí aburrido del cine, ¿a quién le importa la vida de un portero jubilado?

LM torció el gesto, no estaba de acuerdo.

—Tú naciste cuando el cine ya estaba inventado, pero ponte en mi lugar, siglos y siglos sin nada de eso y de repente puedes ver imágenes en movimiento. Yo asistí en 1985 a la proyección de La sortie de l’usine Lumière à Lyon y, como el resto de los presentes, me quedé anonadado, a pesar de que no duraba ni un minuto.

—Yo hasta El ángel azul no le cogí gusto al cine… —comentó Bastien nostálgico—. Y cuando pude conocer en persona a la Dietrich… Qué mujer…

—¿Y no eres fan de Fritz Lang? Es austriaco como tú.



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