Mujeres audaces by José Manuel Alonso Manzano

Mujeres audaces by José Manuel Alonso Manzano

autor:José Manuel Alonso Manzano [José Manuel Alonso Manzano]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Narrativa
editor: Unknown
publicado: 2016-10-19T22:00:00+00:00


En cuanto llegó a la tienda llamó por teléfono a Ramón para decirle que ya tenía los documentos, que si había hablado con el abogado para quedar con él.

- Le dijo que sí, pero que no quedarían hasta el miércoles porque tenía otros asuntos, él le había comentado por lo alto de lo que se trataba y dijo que tenían tiempo de sobra así es que quedaban el miércoles por la tarde, sobre las cinco en el despacho de Sebastián Díaz. Mejor, debía poner un poco de orden en la tienda, y estar pendiente de sus hijos, a los que veía menos últimamente, con tantos ajetreos. Le comentó a José el encuentro con Eusebio y que estaba harta de ese sujeto, a ver si pasaba esta semana y lo mandaba al infierno, o donde quisiera que fuera a parar, pero lejos de ella.

Aquella tarde se acercó al colegio de los chicos, esperó a que salieran y los acompañó hasta casa. Les preguntó qué tal llevaban de preparados las obras que Luisa Estébanez les había indicado para la prueba de acceso. Dijeron que muy bien, que eran relativamente fáciles y que creían poderlas tener bien trabajadas, según su profesor en la escuela de música. Les preparó la merienda y pronto se recluyeron en su cuarto para hacer sus deberes. Ella se bajó de nuevo a la tienda. Se dedicó a colocar cosas en las estanterías que siempre había algo que se salía de sus sitio, los clientes lo toqueteaban todo y lo dejaban de cualquier modo. Al poco, le dijo a José que se subía de nuevo a casa pues quería preparar la cena a los chicos, él ya subiría cuando cerrara.

Pasó el martes sin nada especial. No la llamó en monstruo del Eusebio y ella encantada de la vida, un día menos. El miércoles, a eso del mediodía la llamó Ramón para recordarle la cita con Sebastián Díaz a las cinco de la tarde.

- Paso por tu tienda y te recojo. De allí vamos al despacho de Sebastián. Cuando llegaron a la oficina del abogado, éste ya les esperaba. Era un señor de media altura, fornido, la hacía falta el ejercicio que seguro no practicaba y rondaría los cincuenta. Su cabeza lucía bastante calva y usaba gafas. Los saludó muy amablemente y los instó a pasar a su despacho. En un amplio resumen, Ramón le puso al tanto de las circunstancias. El abogado se impresionó ante los hechos que le relataron pues no esperaba nada de eso en la corporación municipal. Les tomó los documentos y les dijo que estudiaría con detenimiento el asunto e iría preparando la correspondiente denuncia ante el Juzgado. Por supuesto que les tranquilizó en el sentido de que este asunto no transcendería de su despacho pues entraba dentro de sus obligaciones el cumplimiento estricto de la confidencialidad profesional a la que estaba obligado con los asuntos de sus clientes. Se despidieron dándose los teléfonos y quedaron emplazados una vez se hubiera aprobado el asunto en al Pleno Municipal.



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