Morir despacio by Alexis Ravelo

Morir despacio by Alexis Ravelo

autor:Alexis Ravelo [Ravelo, Alexis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-04T16:00:00+00:00


EL OVILLO

Se los había quitado de encima al menos por una horita o dos. Si no eran tan tontos como parecían, primero se secarían; luego pondrían al día a su jefe, en persona o por teléfono. En cualquier caso, Monroy no preveía que se presentaran en su casa de pronto y armaran un trifostio. Eso no debía de entrar en las órdenes que les habían dado, las cuales, seguramente, se limitaban a que siguieran sus pasos discretamente.

Al entrar en casa, Monroy volvió a soltar una carcajada irreprimible e, incluso, dijo en voz alta: Vaya par de tarados.

En ese momento, Paula lo llamó al móvil. De fondo, sonaban conversaciones, gritos, pitos, una bubucella, un cántico de consignas.

—¿Qué pasa, Long John? ¿Vas a venir o no?

Monroy había olvidado completamente la manifestación del Día de la Mujer.

—Me da que no, hija.

—¿Qué? —Evidentemente, Paula no había podido distinguir bien lo que decía.

—Que no voy a poder.

—¿Qué dices?

Monroy gritó:

—¡Que no puedo, carajo!

—Ah, vale. Tampoco hay que decir las cosas de esa forma, hombre. Me dices que no y basta. Bueno, te llamo a la noche.

Paula colgó sin despedirse. Eso también lo había heredado de él.

Después de ponerse la ropa de andar por casa, encendió el ordenador y telefoneó a Pilar para decirle que había llegado bien.

—¿Ningún problema? —preguntó ella.

Pensó la respuesta unos segundos. Estaba cansado y aún le quedaba algún residuo de la resaca, que el vino y la cerveza de la tarde habían convertido en una especie de lasitud bobona.

—Ningún problema. ¿Qué tal tú?

—Bueno, tengo que contarte una cosa divertida. Mi jefe me llamó hace un rato. Quiere que le prepare un dossier sobre un tipo preguntón y enterado, un tal Eladio Monroy.

—Mira tú qué gracia. ¿Te dijo por qué?

—No. Me dijo solo que quería saber por qué estabas haciendo preguntas sobre Maite. —Pilar imitó la voz de Padilla al decir—: «Ese tío es muy raro. Vamos a ver de qué va». Palabras textuales.

—¿A qué hora fue eso?

—Hace diez minutos.

Tiempo suficiente para que los dos roperos llamaran a su jefe, y para que este, a su vez, se pusiera en contacto con Padilla, calculó Monroy. Mientras los otros se limitaran a buscar información sobre él, podía estar tranquilo.

—¿Qué hago, Eladio? ¿Me hago la loca?

—¿Cómo te vas a hacer la loca? Es tu jefe, ¿no? Cuéntale lo que te dijo el señor Google. Pero, si lo retrasas hasta mañana al mediodía, mejor.

—Eso ya se lo dejé claro al boss. Las horas extras se pagan y él no está como para pagar.

—Aparte de eso, ¿te pusiste ya con lo de Maite?

—Hace un rato. Todavía tengo poca cosa: lo que ya sabemos y alguna chorradita más. Tengo audios de entrevistas. Me iba a poner a oírlos ahora. Lo que no sé es cuánto aguantaré. Estoy molida y mañana madrugo.

Monroy dijo que él iba a hacer lo propio: continuar fisgando en las cosas de Víctor Barroso.

Finalizada la comunicación, Monroy pinchó a medio volumen un disco de Keith Jarrett tocando en solitario versiones de Gershwin. El pianista tocaba cosas como I Love You, Porgy o Someone to Watch Over Me.



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