Modesty blaise by Peter O'Donnell

Modesty blaise by Peter O'Donnell

autor:Peter O'Donnell [O'Donnell, Peter]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: spanish
ISBN: 9780285637283
publicado: 1963-08-17T16:00:00+00:00


11

La villa se levantaba al final de un camino de tierra, por encima del pueblo de Biot, colgado de unas colinas al sur de las primeras estribaciones de los Alpes de Grasse. En dos de sus lados, quedaba oculta con pinos y, en los otros dos, por un alto seto vivo y un viejo muro de piedra, respectivamente. El sol de la temprana mañana resbalaba por encima de la tapia coronada de buganvillas, yendo a dar en la verde confusión del desatendido jardín que se extendía en la parte trasera de la casa.

Modesty llevó el «Renault» hasta el camino lateral y lo aparcó al lado del «Peugeot». Se apeó, introduciéndose en la cocina. Willie trataba de poner en funcionamiento el calentador de gas que había en un rincón.

—Creí que podría tenerte esto listo pronto, princesa —dijo—. Supongo que querrás tomar un baño.

—Gracias, Willie. Escúchame, sería mejor que uno de nosotros durmiera en este cuarto pequeño de la planta baja, por si acaso viniera alguien a rondar por aquí durante la noche.

—Ya lo había pensado. Puse mis cosas allí y coloqué una cama plegable.

Modesty hizo un gesto de asentimiento. El baño y la precaución. No constituía para ella ninguna sorpresa que. Willie se anticipase a sus deseos, pero el que lo hiciese le proporcionaba siempre un sentimiento de placer.

—¿Dónde está Paul? —preguntó.

—Dedicándose a arreglar otras cosas en el piso de arriba.

—¿Cómo se portó en casa de Pacco?

—Bien. —Willie encendió el quemador y apagó el fósforo—. Muy bien. Se colocó en seguida en situación.

—¿Cómo reacciona?

—Sólo con un quinto de segundo de retraso. Actúa con naturalidad.

—¿Nervios de gatillo?

—Ninguno. Levanta el percutor.

—¿Cálculo?

—Alta velocidad y ángulo abierto.

Se expresaban en una especie de taquigrafía sobre un tema que, tanto en teoría como en práctica, habían practicado con sobria intensidad durante muchos años.

Willie abrió los conductos principales del calentador y se enderezó.

—No dejes de echar una ojeada a la pistolera «Bucheimer» que usa para su «Cobra» —dijo—. Puedes hacerle ganar una décima parte más, princesa.

—¿Le oprime el pecho?

—No creo que se trate de eso, pero a veces es bueno probar.

—Está bien. Cuando termines con ese aparato, puedes ir a buscar los comestibles que he traído en el coche, querido Willie.

Modesty se dirigió al pasillo y subió la escalera. Paul miraba al jardín desde el dormitorio grande. Había llevado allí tanto sus propias maletas como las de Modesty.

—Dormiré en la habitación de al lado, Paul —dijo ésta.

Paul la miró asombrado.

—¿Qué tiene ésta de malo?

—Nada. Pero no vamos a dormir juntos, querido.

Sonrió y le tocó el brazo al pasar en dirección a la ventana.

—Será mejor al final.

Hagan se sentó sobre la cama y encendió un cigarrillo.

—Ya sé que tenemos mucho que hacer —dijo prudentemente—. Hemos de salir y trabajar como castores para descubrir algo, mientras las gentes de la localidad nos contemplan asombradas. Pero también tenemos que dormir de cuando en cuando. ¿Por qué no hacerlo juntos?

—Existe una dificultad. Se trata sólo de una pequeña dificultad, pero no podemos eludirla.

Hagan sintió un estremecimiento muscular. La paciencia reposada de la muchacha al contestarle hacía que le inundara una oleada de resentimiento.



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