Misiva de sangre by Sergio Alejo Gómez

Misiva de sangre by Sergio Alejo Gómez

autor:Sergio Alejo Gómez [Alejo Gómez, Sergio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
publicado: 2019-07-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO XVI

Pese a que no se les esperase ese día, y teniendo en cuenta el largo tiempo que estuvieron sentados en la mesa, en ningún momento les faltó comida que llevarse a la boca. Fue el mejor ágape que recordaban los soldados en muchos años, por no decir que ninguno de ellos había comido tan bien y tan a gusto en todo el tiempo que llevaban sirviendo en el ejército. Tal y como Aurelio había dicho en reiteradas ocasiones desde que supo que irían a comer a casa de su familia, su madre poseía una maravillosa destreza en el arte culinario, y lo había demostrado con creces a la hora de preparar el amplio abanico de manjares. Los comensales quedaron plenamente saciados y satisfechos, sin olvidar tampoco el buen vino que Marco había reservado para esa ocasión y que había sido el complemento líquido perfecto.

Durante la comida hablaron de muchas cosas, Aurelio explicó a los suyos, con más detalle que en las cartas que les había escrito, cómo le habían ido las cosas desde que se marchó de Tarraco. Hizo mención al tiempo que estuvo trabajando en la taberna de sus tíos en Roma, después a todo lo relacionado con su ingreso en las legiones, y los buenos y malos momentos que había vivido en ellas. Sus padres y hermanos le explicaron cómo habían cambiado las cosas en la ciudad, y sobre todo en el barrio, de los que ya no estaban, de los nuevos que habían llegado, de los cambios políticos, sociales y económicos que se habían producido en esos años en los que él había estado fuera.

Tras ponerse al día, Aurelio expuso a los suyos lo que estaba por venir. Pese a saber de antemano por qué las legiones estaban en Hispania, se entristecieron mucho cuando les confirmó que marchaba hacia una dura y peligrosa campaña. Cuando el soldado explicó los planes de Augusto y las órdenes que tenían de marchar en breve hacia el inhóspito y hostil territorio de los cántabros y astures, el rostro de los allí presentes que no eran militares se llenó de tristeza. Al verlo, Cornelio intervino para decir:

—Marco, puedes estar tranquilo, tu hijo es un excelente combatiente. Te prometo por los dioses que no dejaremos que le suceda nada, le protegeremos como hacemos con todos los nuestros, ¿verdad, Valerio?

—Claro. No os tenéis que preocupar por él, si hay alguien en la centuria que tenga el beneplácito y la protección de los dioses, ese es Aurelio —añadió para tranquilizar a sus familiares.

—Estad tranquilos, esta es la vida que decidí elegir, nadie me obligó, y desde el día en que me alisté era conocedor de los peligros que acarreaba la profesión. Entiendo que os preocupéis por mí, pero si es voluntad de los dioses que deba perecer en el transcurso de esta campaña no nos queda más que aceptarlo —dijo Aurelio.

En ese momento, Servilia se levantó de su asiento y se abrazó fuertemente al cuello de su hermano mientras sollozaba. Aurelio le dijo:

—Tranquila, hermanita,



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