Milenio 3 by Iker Jiménez & Carmen Porter

Milenio 3 by Iker Jiménez & Carmen Porter

autor:Iker Jiménez & Carmen Porter [Jiménez, Iker & Porter, Carmen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2005-12-31T16:00:00+00:00


Muerte de un campesino

Uno de los primeros «mártires del misterio», Joao Prestes Filho, murió en horrorosas circunstancias que jamás han podido dilucidarse por completo. Según los informes iniciales, tenía 39 años cuando falleció, aunque las investigaciones posteriores y las actas de defunción demuestran que contaba con 44. Pablo Villarrubia reconoce que cada vez que recuerda este caso siente miedo y admite que esta historia le persigue desde que investigó aquellos sucesos junto a otro magnífico especialista brasileño-japonés, Claudio Suenaga. «Se me ponen los pelos de punta», dice Villarrubia. «No es ninguna broma: la muerte de Joao Prestes Filho fue estremecedora, y por eso es justo considerarlo uno de los primeros mártires del misterio».

La historia comenzó el 4 de marzo de 1946. Joao había estado pescando, como cualquier otro día, en el río Tieté. Cuando llegó la hora de partir, le dio un apretón de manos a su compañero y se despidió de él.

Este hombre regresó a su casa, una cabaña campesina situada en los alrededores de Aracariguama, a dos kilómetros de la localidad. Era un día de carnaval, y su mujer había ido al pueblo, donde la familia tenía parientes y amigos.

El día transcurría con plena normalidad y tranquilidad, como es habitual en las comunidades campesinas del interior brasileño, y nada hacía sospechar que aquella tarde fuera a convertirse en un verdadero infierno para Joao Prestes. Sin embargo, sucedió algo terrible…

«Hay varias versiones sobre lo que sucedió…», nos dice Villarrubia. «Pero yo conocí a un testigo que conoció a Joao Prestes. Este testigo se llamaba Virgilio Ferreiras, ya fallecido, y fue clave para conocer la verdadera historia de la muerte de Joao Prestes Filho. Virgilio, cuando yo lo conocí, tenía 92 años. Lo encontramos de forma casual, y aún conservaba una fortaleza física increíble: estaba cortando caña y maíz. Era amigo y primo de Joao Prestes y habló con él cuando Joao estaba en su cama, moribundo, poco antes de fallecer».

Virgilio Ferreiras le contó a Villarrubia que Joao Prestes llegó tranquilamente a su cabaña, a su casa. Entró y preparó la lumbre para cocinar el pescado. Acto seguido, se fue a bañar y, al salir, dentro de su propia casa, se topa con una luz amarilla, brillante y zigzagueante… «Era algo… como un destello, como un rayo», dice Villarrubia. El anciano Virgilio habló de un rato de luz. «Y a partir de ese momento, Joao siente que el cuerpo le arde, que se le quema todo el cuerpo. Entonces, se mira en el espejo y percibe que tiene algunas manchas, que está quemado…».

Joao Prestes Filho apenas puede mover los brazos y las manos. Siente que está ardiendo, que se está quemando vivo… Aterrorizado por aquella cosa que había invadido su casa, consigue abrir el pestillo de la puerta con los dientes, y abandona el lugar corriendo y desesperado. Corre dos kilómetros hasta la aldea de Aracariguama en busca de ayuda… Hizo aquel camino infernal descalzo, como era habitual entre el campesinado brasileño de aquellos años.

Desesperado, según relató Virgilio, el desgraciado Prestes alcanzó el centro del pueblo y entró en casa de su hermana, que estaba junto a la iglesia.



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