Memorias prematuras by Rafael Gumucio

autor:Rafael Gumucio [Gumucio, Rafael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: S2
ISBN: 9788439728511
editor: Penguin Random House
publicado: 2015-11-06T05:00:00+00:00

PARSIFAL

«Los caballeros se volvieron rotos de puro miedo a los rotos»: así explica mi abuela la historia de Chile.

Mi abuela bebe jugo de melón tuna en polvo en su departamento del barrio El Golf, mientras habla pestes de las chinoises, las chinas, las empleadas. Después me manda a hervir agua para el té. Me cuenta la historia de ese anarquista que fue a matar a mi bisabuelo. Mi bisabuelo descubrió que su verdugo tenía una pena de amor. Logró que el anarquista recuperara a su novia y que lo nombrara padrino del primer hijo de la pareja.

Mi abuela es la única persona que aún cree en mi genialidad. Me obliga a escribir mi vida y la de su tatarabuelo, el señor que vino de la nada a triunfar; también me obliga a contarle la trama de Guerra y paz en mímica y me mide: a ver si no voy a ser como ella, casi enano. Mi abuela me limpia de las calles de mi barrio, de las casas de adobe, de los feriantes, de los dientes torcidos y el catolicismo de la madre de Miguel, del frío de la noche y de mi miedo, que es lo único mío que permanece puro. Mi abuela vive de ese genio que no rinde cuentas a nadie, es lo único que permite que no caiga al suelo una mujer que camina torciendo sus pies tambaleantes, con los hombros caídos y las manos hundidas en el pantalón. Mi abuela mantiene el equilibrio gracias a un flujo imparable de palabras, que con la voz ronca y la mano súbitamente grácil, bruscamente femenina, lanza sobre vivos y muertos. Mi abuela es sólo espíritu, por eso se alimenta exclusivamente de dulces de La Varsovienne y ostras. Mi abuela no perdona la mediocridad, aunque finge, como todos, soportarla. La mediocridad es mi madre (mi madre, a quien ella misma inventó, trajo a su casa, hizo suya, antes de que mi madre la dejara), que quiere obligarme a ser normal, mi madre y mis hermanos a quienes quiero a pesar de mí mismo, y mi padrastro, que me gustaría que fuese cruel y malvado (y no bueno y torpe, como en verdad es) para que mi historia tuviera sentido y pudiera llorar y ser duro e invencible, y juzgarlos y acabar con todos.

Ahora mi abuela, como siempre que anochece en los gigantescos árboles del vecindario, nos cuenta cómo salvó a mi padre de trabajar en una gasolinera, cómo lo querían los profesores y las tías, cómo hizo que mi padre (mi padre, que en su boca es Rafita, Rafita como yo, yo que también quiero que mi abuela me salve) pasara de curso sin ir a clase, y cómo le limpió los excrementos del uniforme y lo transformó en una persona decente.

Mi padre es un éxito ahora. Es más rico que mi madre y mi padrastro, sabe hasta de matemáticas, y recorre el país rodeado de discípulos, enseñando los beneficios de la educación popular, la teología de la liberación y la política haitiana.

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