Matar ó morir by Elliot Dooley

Matar ó morir by Elliot Dooley

autor:Elliot Dooley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 2019-04-06T22:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

El sol estaba en lo alto. El cielo era de un azul límpido, claro. Ni una mala nube se veía en el horizonte.

Sourakos se agazapó entre los peñascos, acurrucado como una gaviota en una concavidad rocosa, para observar atentamente los caminos de acceso a su objetivo.

El jefe de la guerrilla se sentía el cuerpo rebosante de energía, fresco, disciplinado.

De pronto dirigió una mirada a la lejanía.

Una gaviota, con el vientre apoyado en una ola, subía y bajaba con ella, como si saboreara feliz la dulce voluptuosidad del abandono. Pero más allá, marchando en línea recta y en superficie, navegaba un submarino alemán.

—Va a la base —murmuró Sourakos—. ¡Mejor! ¡Uno más que volará por los aires!

Oyó que alguien reía detrás de él y se volvió para mirar.

Era Stavros, el jefe de la partida que acababa de incorporarse a su grupo con una veintena de voluntarios.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué te ríes así? ¿Quieres llamar la atención del enemigo?

Stavros escupió al suelo, despreciativamente.

—Esos están tranquilos como conejos en su madriguera, sin pensar que la cazuela está preparada para guisarlos. Ni pueden oírme, ni nos esperan, ni nada de nada. No tienes por qué estar tan nervioso. Todo saldrá bien. Ya lo verás.

Sourakos rezongó por lo bajines, renegando por haber dejado traslucir su nerviosismo, la tensión que —pese a todo— se había apoderado de él. Una tensión que sólo desaparecería cuando entrasen en acción. Y, para eso, ya faltaba muy poco.

—¿Está dispuesta tu gente? —preguntó.

—Desde luego.

—Entonces…, ¡vamos! ¡Hoy es el día!

Y, poniéndose en pie, retrocedió para reunirse con Stavros y marchar cada cual a su puesto de combate.

Todo en la base enemiga estaba en perfecto orden. No se apreciaba nada anormal y no era de esperar que se produjera ningún cambio luego del amanecer.

La hora H estaba ya muy próxima.

* * *

La tarde se había desarrollado en calma. Los alemanes habían cenado ya y la noche parecía tranquila. En el campo de aviación no se apreciaba nada anormal, ni tan siquiera se notaba ningún movimiento. Sólo los rutinarios de los centinelas, paseando a lo largo de la zona encomendada a su vigilancia.

Normal y tranquilamente.

Tumbado en tierra Metakas observaba los paseos de los centinelas alemanes. Con los prismáticos en los ojos iba siguiendo aquel ir y venir, cerciorándose de que seguían vigilando los mismos lugares de cada día, comprobando que no había cambiado nada.

Metakas se fijó en el barracón donde estaba el polvorín y vio que también allí la guardia era la misma.

«Qué poco os imagináis lo cerca que estamos… y lo que os espera. ¡Menudos fuegos artificiales organizará el capitán!».

Aquel pensamiento le hizo sonreír.

El ex soldado de la Brigada Evros recordó las palabras del capitán Hadjidakis, al incorporarse al grupo cuyo mando había confiado al ya teniente Theofilos. El oficial paseó su mirada por los componentes de la partida y por el grupo que se había unido también a ellos, al mando del teniente Zokonai.

—Vamos a entablar un combate importante, decisorio. Todos los que tomaremos parte en la lucha lo hacemos impulsados por el mismo motivo: la liberación de nuestra patria de sus invasores.



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