Mano de Fátima, La by Ildefonso Falcones

Mano de Fátima, La by Ildefonso Falcones

autor:Ildefonso Falcones [Falcones, Ildefonso]
Format: epub
Tags: spanish, Novela
ISBN: 9780307476067
editor: Knopf Doubleday Publishing Group
publicado: 2009-08-17T16:00:00+00:00


Tal y como presumía Hernando, Fátima y Hamid no habían echado al fuego el Corán y los demás documentos: los habían escondido en el patio, bajo los terrazos.

— Ingenuos —les recriminó, luego de sonsacarles la verdad—. Los oficiales de la Inquisición no habrían tardado ni un instante en encontrarlos.

Lo quemó todo salvo el Corán y antes del amanecer, tras una noche en vela temiendo escuchar el resonar de las pisadas de lo oficiales de la Suprema dirigiéndose a su casa, disimuló el libro divino en su marlota y lo llevó a la catedral, antes del oficio de vigilia, como le había dicho don Julián.

Descendió la calle de los Barberos y la de Deanes hasta llegara la puerta del Perdón. Hacía frío, pero él llevaba la marlota doblada sobre su brazo derecho, el Corán apretado contra su cuerpo. Tembló. ¿De frío? Sólo después de traspasar el gran arco de la puerta del Perdón, comprendió que no era el frío lo que le provocaba aquellas tenues convulsiones. ¿Qué estaba haciendo? Ni siquiera se lo había planteado: cogió el libro para entregárselo a don Julián como si aquello fuera lo más normal y ahora se encontraba en el huerto de la catedral, con un Corán bajo el brazo, rodeado de sacerdotes que acudían al oficio de vigilia. Salvo el obispo, que cruzaba por el antiguo puente que unía la catedral con su palacio, los demás lo hacían por la puerta del Perdón: las otras dignidades del cabildo, reconocibles por sus lujosas vestiduras, y más de un centenar de canónigos y capellanes a los que se sumaban organistas y músicos, niños del coro, acólitos, alcaides del silencio, sacristanes, celadores… De repente se vio inmerso en una corriente de sacerdotes y todo tipo de trabajadores de la catedral. Algunos charlaban, los más caminaban en silencio, adormilados, con aspecto hosco. Un tremendo escalofrío le recorrió la espina dorsal. ¡Se encontraba en uno de los lugares más sagrados de toda Andalucía con un Corán bajo el brazo! Se detuvo, y tres runos del coro que iban tras él se vieron obligados a sorteado. Apretó el libro contra su cuerpo, y simulando una indiferencia que en modo alguno sentía comprobó que la marlota lo tapaba. Observó cómo la riada de hombres vestidos con hábitos negros y birretes confluía en la puerta del Arco de Bendiciones por la que se accedía al interior del recinto, y entonces lo decidió y dio media vuelta para escapar de allí. Ya se ocuparía de esconder el Corán en alguna otra…

— ¡Eh! —Hernando escuchó la exclamación a sus espaldas y confió que no fuera dirigida a él—. ¡Tú! —Miró al frente y apretó el paso—. ¡Detente! —Un sudor frío fluyó de repente y le recorrió la espalda. El inicio del arco de la puerta del Perdón estaba a solo…—. ¡Alto!

Dos porteros le salieron al paso y fe impidieron continuar.

— ¿No oyes que te llama el inquisidor? —Hernando balbuceó una excusa y miró más allá de la puerta, hacia la calle. Podía echar a correr y huir.



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