Manhattan Beach by Jennifer Egan

Manhattan Beach by Jennifer Egan

autor:Jennifer Egan [Egan, Jennifer]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2017-10-02T16:00:00+00:00


16

El teniente Axel expulsó del programa en términos bastante desagradables a los tres hombres que no habían logrado completar con éxito la inmersión en la bahía de Wallabout, pero como por el momento no tenían adónde ir (la barcaza estaba rodeada de agua) y todavía se requerían sus servicios como asistentes y como operarios de los volantes de los compresores de aire, permanecieron a bordo. A medida que avanzaba el día, la mirada del teniente, que no les quitaba el ojo de encima, fue haciéndose cada vez más recelosa. Tenía menos buzos de los que necesitaba. Parecía que, de sus dos deseos irreconciliables (montar un sólido programa de buceo y expulsar a todos los submarinistas que lo componían), el segundo era el que llevaba ventaja.

Cuando el resto de los aspirantes hubo completado la prueba de forma satisfactoria, el teniente ofreció a regañadientes a Newmann, Savino y Fantano la posibilidad de redimirse. Esta vez los tres lograron armar sus cajas y regresar a bordo de la barcaza. El grupo lo celebró con entusiasmo mientras la barcaza a vapor los devolvía al muelle del West End. La euforia se desató mientras descargaban los arcones de submarinismo, los compresores de aire y los pesados trajes mojados, y cargaban con ellos de vuelta al edificio 569.

—Hicimos un buen trabajo librándonos de las manzanas podridas de entrada —les dijo el teniente Axel en tono vagamente elogioso—; los que quedan son los hombres más fuertes y capaces para el submarinismo. Todavía caerán algunos por el camino —añadió con un atisbo de emoción en la voz—, habrá accidentes, lesiones, contratiempos… todo eso es inevitable, pero de momento, caballeros, mis felicitaciones.

Cada vez que pronunciaba la palabra «hombres» o «caballeros», el teniente parecía mirar de soslayo a Anna, como si quisiera conjurar su desaparición. A ojos del teniente, su presencia allí era el único inconveniente residual de un experimento fallido, y Anna lo sabía. El edificio 569 ni siquiera tenía un baño para mujeres: para que pudiera ir al lavabo, Katz y Greer tenían que echar a todo el mundo y montar guardia en la puerta, algo que los incomodaba visiblemente. Anna temía la llegada del período. En su antiguo taller, las casadas solían quejarse de que los guardias vieran sus compresas cuando les inspeccionaban los bolsos en la puerta de la calle Sands; ¡le gustaría oír qué pensaban de su situación actual!

Anna había improvisado su vestuario en un cuarto de limpieza. Mientras se ponía la ropa de calle, oyó a los demás buzos bromeando en el vestuario del fondo del pasillo: estaban planeando reunirse en el Eagle’s Nest. Era sábado por la noche, al día siguiente tenían fiesta. Anna se quedó escondida mientras pasaban parloteando por delante de su armario en dirección a la salida.

Cuando el edificio se quedó en silencio, asomó la cabeza y vio a Marle caminando solo hacia la salida. Como ella, debía de haber estado esperando a que los demás abandonaran el edificio. Anna tuvo el impulso de unirse a él. Ya estaba a



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