Mandato del destino by E. Phillips Oppenheim

Mandato del destino by E. Phillips Oppenheim

autor:E. Phillips Oppenheim [Oppenheim, E. Phillips]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1894-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo II

CAPRICHOS DE LA FORTUNA

Bryan se alejó de la granja por el camino que daba a la puerta de la verja, y se metió por los campos de cultivo sin preocuparse de dónde ponía los pies, con la expresión del hombre que ha perdido repentinamente los sentidos. No sabía dónde ir; pero con paso resuelto avanzó en dirección al sol poniente, y media hora después escalaba la cima de un otero desde la que se avizoraba la solitaria paramera que se extendía hasta el fin del horizonte. Se detuvo aquí con la mirada fija en el punto donde parecía hundirse aquel pálido sol invernal. De vez en cuando mostraba su rostro contracciones espasmódicas. Instintivamente comenzó a murmurar en voz baja, como hablando consigo mismo:

—¡Qué mala pécora! Me ha despreciado… por vagabundo… por no tener educación ni… ¿qué es lo que dijo?… ¡Ah, sí!… ni cultura. Pero ¡Dios mío, qué hermosa es! Tanto como altanera y orgullosa. Se parece a una princesa. No hay otra como ella. Me quema la sangre con su mirada. Y cuando se mofa de mí, me enloquece. ¡Señor, qué loco y miserable soy!

Hallábase apoyado en un paredón de ásperas piedras grises, sumido en la contemplación de las franjas de luz amarillenta que trazaban los agónicos reflejos del sol. El paisaje borrábase poco a poco de su vista al adensarse las obscuras tonalidades crepusculares. Era el único ser viviente en medio de aquella inmensa soledad, y encontraba un lenitivo a su pena dejando volar su pensamiento.

—¡Un patán, esto es lo que siempre he sido para ella! —murmuró entre dientes—. Y ella una señorita aristócrata, aun desde antes que vistiera de largo. ¡Pero qué hermosa es, Dios mío! ¡Maldita belleza! ¡Maldito orgullo! ¡Cuán amargas las palabras que encendiendo la sangre de mis venas me llegaron al corazón! ¡Oh, Dios santo, si me fuera posible estrecharla entre mis brazos… aunque luego tuviera que morir! ¡Daría la vida por un solo instante de felicidad!

En sus ojos rebrillaba el gran anhelo de su alma y en su tostado rostro reflejábase el deslumbramiento de una repentina visión que era el producto natural de su enfebrecida mente, y dio unos pasos a través de la flotante niebla gris, con los brazos abiertos como para recibir en ellos a la soñada y altiva joven que por un momento creyó tener delante. En este instante, más que en cualquier otro de su vida, experimentó con mayor hondura la más triste decepción y a la vez la más dulce sensación de un amor exaltado. Nacido en su pecho en los umbrales de la juventud, habíase convertido en una parte indisoluble de sus sensaciones, algo así como una segunda naturaleza. Era el patán que amaba a una princesa. Sabía que antes que arrancar este amor de su corazón, tendría que destruir su propio ser. Su pasión integraba su carne y su sangre, su cuerpo y su espíritu de un modo inseparable.

Desde el momento en que nació en su alma este gran amor, habíase operado una curiosa impersonalidad de la mujer que era objeto de su ferviente culto.



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