MADRID, DE CORTE A CHECA by Agustín De Foxá

MADRID, DE CORTE A CHECA by Agustín De Foxá

autor:Agustín De Foxá
La lengua: es
Format: mobi
Tags: sf_history, prose_contemporary
publicado: 2009-10-02T22:00:00+00:00


La Nochebuena se viene,

la Nochebuena se va,

y nosotros nos iremos

y no volveremos más.

Atronaban las zambombas por la calle del Amor de Dios. José Félix cenaba con sus padres el besugo, el capón y el turrón de Jijona. Telefoneaban de la Parroquia de San Nicolás a su madre:

—Sí, señor párroco, ya he enviado los cestos de mi distrito.

Porque las damas de las parroquias regalaban cenas a los obreros de cuatro Caminos.

En los grandes hoteles se festejaba el Año Nuevo. "Champagne", serpentinas y gorritos de papel en las calvas relucientes de los señores respetables. Se tiraban bolas de algodón y globos, que los muchachos hacían estallar con la punta encendida del pitillo. La gente prefería ir a estas fiestas porque el hogar estaba en crisis y era aburrido, y allí no había villancicos tristes ni alusiones a la brevedad de la vida.

Los republicanos y los laicos sustituían así la Navidad por el "Reveillon"; copiando, como siempre, el modelo francés.

También la fiesta de Reyes Magos se transformaba. Únicamente el "Heraldo", por ironía, organizaba su cabalgata de camellos de circo, ponía turbantes a sus redactores y les dotaba de escaleras de mano. Vestidos de esa guisa, repartían juguetes en los hospicios y hacían propaganda de sus sentimientos democráticos. En las casas "bien", donde había "nurse" o "mademoiselle" francesa para los niños, ponían el árbol de Noel, o la disfrazaban de San Nicolás con su saco de juguetes.

A José Félix le enternecían los juguetes modestos, expuestos en la acera de las calles, y pensaba en la triste Epifanía de los niños pobres con sus autos de hojalata, peponas y sillitas de pino.

Voceaban en la Gran Vía o en la Puerta del Sol.

—A treinta céntimos, para el nene y la nena.

Y, al lado, estaban los grandes bazares iluminados, con sus osos de pelo, los trenes eléctricos y los autos de pedal.

José Félix formaba proyectos para el Año Nuevo. Sentíase lleno de juventud, decidido y ardiente. La Falange y Pilar eran sus dos ilusiones. La escribió una tarjeta. "Pilar adorada", y encima "Madrid, 6 de enero de 1934". Tachaba el cuatro para poner un cinco. Porque aún no estaba acostumbrado al Año Nuevo.

—YO hago lo que me da la gana y no admito lecciones. Atronaba la casa de Miguel Solís. Daban las cinco de la madrugada en el reloj del pasillo. Estaba iracundo, congestionado, con los zapatos todavía en la mano, que se había quitado para entrar sin hacer ruido en la alcoba de ella. Pilar le miraba fijamente.

—Chist... No grites. Que vas a despertar a la niña.

—Que se despierte; estoy harto ya de reproches; vengo a casa cuando quiero. Para eso mando yo aquí.

Saltó ella del lecho. Llevaba un pijama de seda rosa. —Está bien, pero no te quejes si yo hago lo mismo. —Tú, a callar; tú no eres nada; estaría bueno. Temblaba ella pálida, nerviosa, llena de desdén.

—No me importa que vayas con otras. ¿Entiendes? No me importa. Pero no puedo admitir que me humilles en público. Se irritó Miguel.

—¿Que no te importa?; todo eso son celos.



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