Lyonesse - 2 - La perla verde by Jack Vance

Lyonesse - 2 - La perla verde by Jack Vance

autor:Jack Vance
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico
publicado: 1984-12-31T16:00:00+00:00


3

Con ánimo sombrío, Aillas regresó con sus tropas al castillo Sank. Una victoria como ésta, que había consistido en el mero exterminio de hombres valientes, no le alegraba. Era un acto necesario, pues había que ganar la guerra. Pero Aillas no se enorgullecía de él, y le complacía descubrir que sus tropas compartían su opinión.

Tenía razones para estar satisfecho. Había sufrido pocas bajas; sus unidades habían atacado con certera precisión; para los ska, la pérdida de tantos soldados veteranos representaba un desastre.

—Si he de emboscarlos, lo haré —murmuró Aillas para sí mismo—. Al cuerno la caballerosidad, al menos hasta que se gane la guerra.

Desde el castillo Sank, Aillas envió carretas para rescatar armas; el acero ska, forjado con infinita paciencia, era comparable a los mejores del mundo, incluidos los fabulosos aceros de Cipango y las hojas de Damasco.

Había llegado el momento de viajar hacia el oeste, para acosar a las tropas procedentes de Suarach que hubieran eludido a Redyard.

Al amanecer, las fuerzas sitiadoras se prepararon para partir. Los acontecimientos de los siguientes días eran imprevisibles y todos llevaban raciones de torta, queso y fruta seca en las alforjas.

Minutos antes de la partida, en el campamento entraron exploradores anunciando que una columna ska se acercaba desde el noroeste, a lo largo de la carretera que conducía a la Costa Norte y a Skaghane.

La columna incluía a varias personas de alto rango y sus escoltas, y entre ellas figuraba una que bien podía ser la dama Chraio, esposa del duque Luhalcx, junto con otra dama de mediana edad, y un joven. La escolta consistía en una docena de jinetes con armamento ligero; era obvio que lo sucedido en Sank aún se ignoraba en Ulflandia del Norte.

Aillas escuchó con sumo interés.

—¿Y la dama Tatzel? ¿No estaba en el grupo?

—No podría decirlo con certeza, majestad, pues no conozco a esa dama, y por fuerza tuve que observar la columna desde lejos. Si es persona de mediana edad, podría ser una de las dos damas que he mencionado.

—Es joven, y casi parece un muchacho por la forma de su cuerpo.

—Hay una persona joven en el grupo. Yo la tomé por un varón. Podría ser la dama Tatzel cabalgando con ropas masculinas. Es bastante frecuente entre los ska.

Aillas llamó al caballero Balor, uno de sus capitanes ulflandeses, y le dio instrucciones.

—Escoge un terreno donde puedas rodear a esa columna, y mata sólo cuando no quede más remedio. No hieras a las damas ni al joven. Envía los cautivos a Doun Darric con una custodia apropiada y reúnete con nosotros en cuanto puedas.

Balor se dirigió hacia el noroeste con cincuenta hombres. El resto del ejército enfiló hacia Suarach, dejando sólo un destacamento en Sank para mantener el sitio y eliminar a nuevos grupos que llegaran de las montañas.

Aillas se sentía inquieto desde que había recibido la noticia de que se acercaba esa columna. Tomó una decisión impulsiva y, dejando a Tristano al mando del ejército, siguió a Balor, quien ya le llevaba un kilómetro de ventaja.

Era un



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