Los seres huecos by Guillermo del Toro & Chuck Hogan

Los seres huecos by Guillermo del Toro & Chuck Hogan

autor:Guillermo del Toro & Chuck Hogan [Toro, Guillermo del & Hogan, Chuck]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-06-22T16:00:00+00:00


—¿Cómoooooo?

Linus colocó dos camisas cuidadosamente dobladas en la maleta, junto a su estuche de afeitado.

—Que me tengo que ir a Omaha unos días. Necesitamos declaraciones de media docena de personas de la aseguradora, y los socios me lo han pedido a mí específicamente.

Odessa estaba plantada a la puerta de su dormitorio, viéndolo hacer la maleta.

—Te vas de viaje —dijo, reproduciendo las palabras de la extraña anciana en la trastienda de la tienda esotérica.

Con el revés de la manga de la camisa, Linus sacó brilló al empeine de unos mocasines negros resplandecientes.

—No sé cómo me ha tocado a mí, pero estoy preparado para hacerlo. La agencia de viajes ya me ha mandado por correo electrónico los billetes y el alojamiento. En primera.

—Eso es genial —dijo ella, alucinando todavía.

—Es genial, sí —repitió él. Se hizo un breve silencio; seguramente Linus se había percatado de lo espantada que estaba. Se acercó a ella—. ¿Cómo estás tú?

—Eeeh…, bien.

No le había contado nada de Hugo Blackwood. Ni de la sesión de tarot en la tienda esotérica. Ni de la cosa que había entre las sábanas del hotel. No habría sabido ni por dónde empezar.

Linus le masajeó los brazos, esperando a que le prestara atención.

—Ven conmigo —le dijo.

—¿A Omaha? —tartamudeó ella—. ¿A Nebraska?

—He oído que, en realidad, está bastante bien. Yo estaré a todas horas con las declaraciones, pero tú puedes ver la ciudad y podemos cenar juntos. Hasta puede que me den algún día libre.

—Ya… —dijo ella.

—Es el momento perfecto para escaparnos. Te vendrá bien. De hecho, es lo que necesitas ahora mismo.

Odessa asintió porque él tenía razón, pero no era tan fácil.

—Lo sé.

—¿Desayuno en la habitación…? —dijo él, confiando en tentarla—. ¿El balneario del hotel para ti…? ¿Podemos entrenar en el gimnasio…?

Linus estaba siendo deliciosamente persuasivo y ella sabía que debía ir, pero las palabras de la anciana…

—¿Te vas de viaje? —repitió Odessa, intentando digerirlo. «¿Coincidencia?»

Él le acarició la barbilla para recuperar su atención.

—Ven conmigo —le dijo.

Odessa sonrió, conquistada por el sentimiento, por su ternura. Pero sabía que, si accedía, se iba a pasar el día pegada a la ventana del hotel, en albornoz, con el pensamiento en Newark, en Walt Leppo, los saqueadores de tumbas y aquel británico tan peculiar.

Retrocedió.

—Me encantaría…

—Pero ¿qué?

—Creo que no quedaría bien que me escaqueara del trabajo justo ahora. Si me necesitan para algún interrogatorio relacionado con el tiroteo y se enteran de que estoy de vacaciones en Nebraska…

—Es un viaje de trabajo con tu media naranja.

«Tu media naranja». Le gustaba cómo sonaba eso. Pero le hizo pensar en otras cosas que había dicho la anciana.

«Usted es su único amor verdadero. Pero él no es el suyo».

Chorradas. Chorradas ofensivas, encima. No podía dejar que esa vieja bruja se le metiera en la cabeza.

«Hará un viaje pronto. Un hombre nuevo entrará en la vida de usted».

Así es como te pillan, se dijo. Con paradojas y generalizaciones, lo mismo para todos: «Eres muy introspectivo, nadie conoce tu verdadero yo, pero cuando confías en alguien… ¡ya es para siempre!». Plantando una semilla



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