Los juegos del mal by Angela Marsons

Los juegos del mal by Angela Marsons

autor:Angela Marsons [Marsons, Angela]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-07-06T00:00:00+00:00


Treinta y ocho

El agente de la policía Whiley vivía en una casa adosada de tres dormitorios construida en los cincuenta. Sobresalía de la construcción un porche bien ordenado, decorado con un arreglo de flores secas y descoloridas.

Había sido un día seco y el jardín delantero tenía el aspecto y el aroma de la primera poda de césped del año.

Kim supuso que la señora Whiley estaba dando buen uso del tiempo libre de su esposo. Un entrenamiento para su inminente jubilación.

—Es bueno salir, después de todo, ¿no? —dijo Bryant mientras llamaba a la puerta.

Con un movimiento de cabeza, Kim le hizo saber que estaba de acuerdo. El incidente con Barry había producido un pequeño bosque de papeleo como para mantenerlos ocupados la mayor parte del día.

Abrió la puerta una mujer vestida en pantalones de algodón azul marinos y sudadera. Algunas briznas de hierba húmeda colgaban del dobladillo de sus pantalones. Después de todo, quizás no estaba entrenando a su esposo.

Su rostro era redondo y agradable, enmarcado por una melena gris y avellana que le caía un par de dedos por debajo de las orejas.

—Sí, ¿díganme?

—Soy el sargento detective Bryant. Ella es la inspectora detective Stone. ¿Podemos hablar con su esposo?

La expresión de la mujer se alteró un poco.

—Está de vacaciones.

Bryant no perdió el paso.

—Solo será un par de preguntas relacionadas con el caso…

—Barbara, déjalos entrar. —Se oyó la voz de Whiley desde el fondo del pasillo.

Kim entró y se dirigió al lugar donde estaba Whiley, al fondo de la casa. Se había hecho una segunda sala de estar cerca de la cocina de galera. La habitación era pequeña, pero despejada, con una silla sola frente a la ventana y un biplaza del juego separándola de la cocina.

Ella y Bryant se sentaron al mismo tiempo; un ajuste perfecto.

—¿No le has dicho que te han suspendido? —preguntó Bryant en cuando Whiley cerró la puerta.

Whiley negó con la cabeza y se sentó en la silla.

—No tiene ningún sentido. No quiero preocuparla.

Se quitó las gafas de lectura y las colocó sobre una mesita, a la izquierda de su silla.

—Barbara pasó cuarenta y dos años limpiando casas. Cuenta los días hasta mi jubilación. La hipoteca está pagada, y mi pensión, junto con algo que hemos podido ahorrar, nos bastará.

—¿Cuánto tiempo te funcionará esta historia? —preguntó Bryant.

—No lo sé. Espero que la corporación se dé cuenta, muy pronto, de que esto no es asunto mío. No es como si yo hubiera podido detenerlo.

Kim se maravillaba de ese comportamiento tan calmo. Whiley estaba mucho más preocupado de cómo lo afectaría eso con su esposa que del resultado de la audiencia disciplinaria.

Bryant se adelantó cuando se abrió la puerta. Barbara entró.

—¿Té, café?

Bryant negó con la cabeza.

—Café con leche, sin azúcar, por favor —dijo Kim. Whiley querría que su esposa estuviera ocupada durante la charla.

Sentía cierta pena por este policía. Había dedicado toda la vida a trabajar para la corporación y su retiro estaba en riesgo debido a los actos de alguien más.

Barbara había dejado la puerta abierta. Whiley se levantó para cerrarla.



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