Los Impostores by Santiago Gamboa

Los Impostores by Santiago Gamboa

autor:Santiago Gamboa
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga
publicado: 2000-12-31T16:00:00+00:00


Entró al Kempinsky, aún sumido en la duermevela poética, cuando escuchó su nombre:

—¡Profesor Chouchén, profesor!

Reconoció, de lejos, al catedrático alemán, pero en lugar de alegría sintió como si un intruso irrumpiera en su ensoñación. A pesar de ello, hizo un esfuerzo y le regaló una amplia sonrisa.

—Acaba de recibir su libro que me honra —le dijo Gisbert—. Soy muy complacido por el presente.

Nelson pensó: «Este cojudo trata a las patadas el español.»

—El honor es mío —respondió—. Tener un ejemplar de mi obra en su biblioteca es motivo de orgullo. Soy yo el que le agradece.

—¿Está transferido aquí al hotel? —preguntó Gisbert.

—No, profesor, qué más quisiera. Lo que pasa es que tengo una cita para cenar con unos amigos.

—Entonces no la molesta más —dijo Gisbert—. Mañana en la mañana, si me permite, lo llama a su hotel para vernos.

—Con mucho gusto, profesor. Espero su llamada.

Lo vio alejarse hacia los ascensores y, culpable por no haberlo invitado, fue al vestíbulo central a buscar a sus amigos. Pero no los vio, así que consultó su reloj y comprobó que aún era temprano. Las nueve menos diez. Había tiempo para corregir su poema, para lo cual sacó su libreta, pero al releerlo se sintió conforme. Entonces, poseído por una fiebre creativa sin precedentes, hizo una anotación para su novela: «Nos gustaba la casa de Zhinlu Bajie, 7, Houhai, porque además de amplia y espaciosa, estaba cerca del lago Xihai.» Ese tono también le gustaba. Tendría que hacer varias pruebas.

—¡Querido y excelso poeta!

La voz de Serafín Smith irrumpió en su cerebro y lo extrajo de lo más profundo del socavón creativo. Alzó la vista y vio al gracioso brasileño vestido con jeans, tenis Reebook y una camiseta de manga corta que le forraba el estómago sin elegancia. Era el típico atuendo del ejecutivo en día domingo. Omaira Tinajo, en cambio, vestía el mismo traje blanco de la tarde.

—Parece que te sacamos la inspiración, vaya —dijo Omaira Tinajo—. No te va a quedar más remedio que acompañarnos a cenar.

Cruzaron la avenida y entraron a un enorme restaurante.

—Aquí lo bueno es pedir muchos platos —dijo Serafín Smith—. A ver, yo propongo que cada uno elija dos y luego picamos de todos.

La propuesta tuvo eco. Nelson pidió una cerveza. Los doctores prefirieron agua helada. Hacía calor.

—¿Cómo va ese congreso? —preguntó Nelson.

—Bien, muy bien —respondió Rubens—. Hoy, un colega chino nos presentó un caso interesantísimo, ¿verdad doctora? Imagínese, un joven con quemaduras de tercer grado en el colon provocadas por agua hirviendo. Algo rarísimo. Lo están tratando con medicina tradicional y ya está casi curado. Un milagro.

—¿Agua hirviendo? —preguntó Nelson—. ¿Y cómo pudo ser eso?

—No sabemos —respondió la doctora—. Los motivos de las dolencias son secreto profesional. Pero le confieso, compañero, que yo me hice la misma pregunta, sobre todo porque las quemaduras son muy internas.

—¿Es usted también de la rama espiritualista? —le preguntó Nelson a la doctora Tinajo.

—¿Espiritualista? ¿Qué cosa es ésa?

—Es una vertiente de la proctología muy en boga en los Estados Unidos —dijo Serafín—. No se



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