Los Gambusinos Mejicanos by Karl May

Los Gambusinos Mejicanos by Karl May

autor:Karl May [May, Karl]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


A juzgar por las señas, debía de hallarme muy cerca de la colonia petrolífera, la cual llevaba el nombre de New-Venango y estaba situada en uno de esos barrancos llamados bluffs, que penetran profundamente en la pampa; regados generalmente por un riachuelo que, o bien desaparece entre las rocas sin dejar señales, o se pierde poco a poco en el terreno poroso, o bien, cuando su caudal es importante, desagua en alguna de las grandes vías fluviales americanas. No había yo visto hasta entonces dibujarse en la llanura inmensa, cubierta del amarillo helianto en flor, ningún pormenor que me permitiera colegir la proximidad de una hondonada. Mi caballo daba muestras de cansancio, y yo me encontraba también necesitado de reposo, pues la larga caminata me había fatigado tanto, que anhelaba más que nunca el término de la jornada, donde pasar un día de descanso y reponer las municiones, que iban muy en baja.

Ya me resignaba a no lograr mi objeto, cuando observé que Swallow enderezaba gallardamente la cabeza y daba ese resoplido especial con que el caballo pampero advierte la aproximación de algún ser viviente. A un ligero tirón de la brida se quedó parado el corcel y yo inspeccioné cómodamente todo el horizonte. No hube de tardar mucho en divisar a dos jinetes, que también debieron de verme a mí, pues picaron espuelas y galoparon en línea recta hacia el sitio donde yo me encontraba. Como la distancia que nos separaba era demasiado grande para distinguir a simple vista los pormenores, saqué mi anteojo y observé con gran sorpresa mía que uno de los jinetes no era un hombre, sino un muchacho, lo cual podía considerarse como un hecho extraordinario en aquellas soledades.

—¡Pardiez! ¡Un niño en medio de la pampa y en traje de legítimo trapper! — me dije, y volví a ajustar el revólver y el machete que por precaución había aflojado.

¿Sería aquel hombre alguno de esos yanquis extravagantes, capaces de los más extraordinarios hechos, o sería acaso el flat's ghost (el espíritu de la llanura) que según la superstición india, recorre de noche en corcel de fuego y de día en mil extrañas formas, las woodlands (las selvas) para atraer a los blancos a su perdición? Y aquel niño, ¿sería algún rehén raptado en el Este?

Luego contemplé con cierta prevención mi personalidad externa, que nada tenía de lo que se exige a un gentleman de la buena sociedad; los mocasines se habían vuelto con el tiempo tan francos y abiertos de genio que estaban hechos trizas; los leggings brillaban de grasa de bisonte y de oso por haber adoptado yo también la laudable costumbre de servirme de los calzones como de servilleta y paño de limpieza; la zamarra de cuero en forma de saco, que había soportado con admirable resistencia todos los temporales y calamidades atmosféricas, me daba el aspecto de un espantapájaros maltratado por el viento y la lluvia, y la gorra de piel de castor que me cubría la cabeza no sólo se había vuelto



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