Los dioses del karma by Rose Gate

Los dioses del karma by Rose Gate

autor:Rose Gate [Gate, Rose]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico, Fantástico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 18

Saoirse

Reconozco que me costó un poco olvidar el incidente con la druidesa, sin embargo, llegué a la conclusión de que si mi padre me había pedido que me sentara, era porque todo lo tenía pactado. Ruadan se esforzó en que gozara de la música, la comida y su compañía, y terminé por dejarme llevar. Comimos, bebimos, bailamos y cuando la hoguera perdió su fuerza, decidimos que era hora de regresar.

Contuve la respiración cuando me ayudó a subir al rocín y él trepó con soltura, colocándose detrás de mí para darme mayor confort y protección. Su cálido aliento golpeaba mi nuca, y lo que no era su aliento se engrosaba entre mis nalgas.

Una de las manos se posó en mi vientre para prodigarme delicadas caricias que me enardecían por dentro.

El trayecto estaba haciéndoseme lento, tenía muchas ganas de llegar y dar rienda suelta a la contención de toda una vida.

—¿No vamos muy despacio? —pregunté puntillosa.

—Pensaba que querríais disfrutar de la maravillosa noche que hace, mirad que hermosa está la luna y las estrellas.

—Ya las he visto, prefiero llegar a casa. —Su risa ronca erizó el vello de mis brazos.

—Parecéis impaciente, dejadme disfrutar de vuestra compañía, os he extrañado.

—¿Desde ayer? —cuestioné, notando el pulgar rozar la parte baja de mis pechos.

—Desde cada segundo que os mantenéis alejada de mí. —«¿Por qué me decía unas cosas tan bonitas? Bueno, se suponía que así debía ser…», me respondí a mí misma—. ¿Vos me habéis extrañado?

El traqueteo y su miembro, claramente despierto, estaban haciéndome sudar.

—No he tenido tiempo —mentí. Su risa masculina ascendió como un torrente, sacudiendo mi cuerpo y las ganas acumuladas que tenía desde nuestro encuentro en el lago.

—Entonces, deberé esforzarme para que extrañéis mis besos, porque los vuestros son de los que no se olvidan, de los que no importa cuántos labios se hayan besado, las noches que hayan pasado o las vidas que queden por vivir. Los vuestros siempre serán los únicos dignos de ser recordados y anhelados. Y en algo sí que tengo que darle la razón a la druidesa, voy a amaros en cada una de nuestras vidas.

—Vidas —reí—, como si se pudiera vivir más de una…

—Se puede —susurró, adentrándose en el camino donde sufrió la emboscada.

—¿Y cómo sabéis eso? —Se puso algo rígido a mi espalda, pero, aun así, contestó.

—Porque soy un dios condenado a amaros eternamente. —Volví a reír como si no creyera lo que estaba diciendo.

—Un dios sí sois, pero del embuste y la apostura.

El caballo frenó en seco y Ruadan me alzó sin ningún tipo de esfuerzo para darme la vuelta y encajarme sobre sus caderas. Un humano no podría haberlo hecho con aquella soltura. Ahogué un grito, porque todo fue muy rápido, en sus pupilas había dos llamas prendidas del color del whisky añejo; eran cálidas, hermosas e inquietantes.

Parpadeé varias veces… Y me llevé las manos a la boca ahogando un quejido que pretendía hacerle creer que lo que estaba viendo me sorprendía.

—No temáis, lo que quiero es ser sincero con vos, que sepáis quién soy antes de dar un nuevo paso.



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