Los depredadores by Harold Robbins

Los depredadores by Harold Robbins

autor:Harold Robbins [Robbins, Harold]
Format: epub
Tags: thriller
editor: www.papyrefb2.net


Diez

Nuestro trabajo llegó a ser monótono. Cada tres meses llegaba un nuevo reemplazo a la puerta de la fábrica, y Buddy y yo les enseñábamos las mismas cosas. Teníamos ambos la esperanza de que nos trasladaran al extranjero, pero el ejército lo hacía siempre todo a su manera. Solicitamos el traslado, pero nos ordenaron permanecer en Detroit. Al parecer, el comandante de la escuela de reparación de Jeeps nos consideraba los mejores profesores que jamás había encontrado. Yo no sabía que Buddy le daba al comandante un suplemento del veinticinco por ciento de sus ganancias en los juegos de dados y en el póquer, así como en las apuestas a los caballos. Solo cuando el comandante ascendió a teniente coronel llegó un cabrón de capitán que no nos consideraba tan especiales, pero tardó un poco en tramitar nuestro traslado. Casi dos años.

Buddy creía que nos trasladarían a Pearl Harbor, pero se equivocaba. Nuestro excomandante pulsó ciertos resortes y nos destinaron a su regimiento estacionado en París. En septiembre de 1944, De Gaulle lo tenía todo bajo control en Francia. Puesto que nos comunicaron el traslado con dos semanas de antelación, decidimos celebrar una fiesta de despedida.

A Leroy le pareció una gran idea. Dijo que lo haría a lo grande, y así lo hizo. Invitó a todo el destacamento a una cena a la parrilla, cerveza gratuita y un espectáculo en el club. Era una buena publicidad para él y para el negoció. Lo organizó de tal modo que la fiesta acabara a las once, y le prometió al capitán que todos los soldados habrían abandonado el club a las once y media, porque necesitaba el local para sus clientes habituales a medianoche. Leroy sabía de dónde procedía su dinero. Puso un anuncio en el Amsterdam News para que todo el mundo negro supiera que apoyaba a nuestros soldados. La puerta del escenario de Leroy fue como denominó el club en el anuncio. No mencionó que se tratara de una sola noche, y se rio cuando nos mostró el anuncio en el periódico de Nueva York.

—¡Qué diablos! —exclamó—. En Nueva York nadie sabe nada de Detroit. Creen que es solo una pequeña ciudad.

Me concedieron un día de permiso el sábado anterior a la fiesta, y llamé a Carolyn, a Grosse Pointe, para decirle que realmente deseaba verla antes de marcharme.

—Tal vez podrías venir a mi apartamento —susurró por teléfono—. Leroy me ha dicho que hoy estaría muy ocupado en el club. Le diré que no regresaré a casa esta noche porque tengo mucho papeleo acumulado.

—¿Estás segura de que no es peligroso?

—No seas tan niño. —Rio—. ¿No crees que Leroy esté realmente trabajando? Va a entrevistar a una puta de otra localidad. Es su única forma de desahogarse.

Guardé unos momentos de silencio. El mundo estaba loco.

—Además —interrumpió mis pensamientos—, sé que te marchas a París. Yo trabajé allí tres años. Uno de mis mejores amigos es propietario de uno de los mayores cabarets de Clichy.



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