Los días robados by Guido Lombardi

Los días robados by Guido Lombardi

autor:Guido Lombardi [Lombardi, Guido]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00


* * *

Me vestí y entré en la habitación donde estaba papá justo cuando el guarda preguntaba desde la cocina: «¿Cuánto azúcar?». Papá se sobresaltó porque lo pillé con las manos en los bolsillos de la chaqueta del hombre, que colgaba de la silla.

—Para mí sin azúcar, para mi hijo dos cucharaditas —respondió, luego me hizo una señal para que me callara y me sentara.

Sacó el dinero de la cartera que había encontrado, rodeó la mesa y me lo puso en la mano diciendo:

—Escóndelo, es una broma.

Apenas se sentó, el guarda entró sosteniendo una bandeja con las tazas de café de cebada. Yo me puse a mirar fijamente el retrato de un viejo con barba blanca y capucha marrón sobre la cabeza que colgaba de la pared de enfrente. No creía que fuera una broma y tenía miedo de que el guarda me lo leyera en la cara, por eso me había concentrado en aquella foto, para que fuera mi único pensamiento. Así que a fuerza de mirarlo reconocí al viejo vagabundo. Y como si estuviera en un concurso de preguntas y respuestas, respondí aunque nadie me había preguntado. También lo hice porque algo tenía que decir, aquel dinero me quemaba más que el agua hirviendo.

—Obi-Wan —dije. El guarda no lo entendió y entonces le señalé la foto—. Ese con la barba.

—¿Este? Es el padre Pío, ¿no lo conoces? —dijo con incredulidad.

—No, pero se parece a Obi-Wan Kenobi.

—¿Y ese quién es?

—El maestro de Luke Skywalker.

Creo que el guarda no había visto La guerra de las galaxias; es más, creo que en aquel pueblecito ni siquiera había un cine. Mi padre también me miraba sin entender nada.

—¿Qué es? ¿Una película? —me preguntó.

«Sí, es una película, la más bonita del mundo, la vi con mis tíos y Emidio hace tres años. Era la víspera de Navidad, siempre nos llevan al cine por Navidades. Tú no estabas y no puedes saberlo. Tampoco sabes que al volver a casa, mi primo y yo nos pusimos a jugar con periódicos enrollados, como si fueran espadas láser de los jedi.»

—Este es un santo que hacía milagros.

—Obi-Wan también.

Se rieron por lo bajo, creían que lo decía en broma; sin embargo, yo también tenía razón.

—Qué zahorí, lo ha heredado de su padre. —Tampoco sabía qué quería decir «zahorí»—. Tu padre también armó más de una de pequeño. Cuando tu abuelo y yo salíamos a faenar, a veces estábamos fuera más de una semana pescando atunes, ¿sabes qué decía tu abuelo? «A ver qué ha hecho esta vez».

Papá sonrió, parecía tranquilo. Yo me removía en el asiento y no veía la hora de que nos fuéramos.

—Una vez, a la vuelta, todo el pueblo nos esperaba en el puerto. Tu abuela estaba desesperada porque no encontraban a Vincenzino desde la noche anterior, había desaparecido. Todo el mundo lo buscaba, el pueblo entero, en la playa, en las rocas, casa por casa, pensábamos que se había caído al mar en algún sitio, tu abuela no paraba de llorar. Más tarde, nunca lo olvidaré, a medianoche, las campanas tocaron a muerto.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.