Los centinelas by Elliot Dooley

Los centinelas by Elliot Dooley

autor:Elliot Dooley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1983-12-31T23:00:00+00:00


* * *

—¡Raoul! ¡Necesito ayuda! ¡Unos enemigos tratan de forzar las defensas de mi cerebro!

Sin que la distancia fuese un obstáculo, la angustiosa llamada de Sandra llegó hasta Boissy, pero éste, que se encontraba ante un problema semejante, muy a pesar suyo, se vio forzado a negar la ayuda que le pedía la mujer.

—¡Imposible acudir en tu ayuda...! ¡A mí me sucede lo mismo!

Casi al mismo tiempo se registraron las llamadas y las respuestas de sus otros compañeros. A todos se les intentaba anular por medio de ondas cerebrales. De momento, al menos, podían resistir. ¿Pero cuánto tiempo conseguirían soportar la presión conjunta y simultánea de varios cerebros especializados...?

Unánimemente enviaron una llamada de socorro a su protector.

—Nos asedian... ¿Qué podemos hacer?

El Yeti captó las cuatro llamadas y respondió:

—Comprobad si vuestros atacantes gozan de todos los poderes de que disponéis vosotros. Espero que no será así. Por lo tanto empezad por levitaros y ganar altura. Trasladaos luego a otro lugar. Creo que eso bastará para desconcertarles. Al menos ganaréis tiempo y podréis organizar mejor vuestra defensa hasta que os hayan localizado de nuevo e insistan en sus ataques.

—Gracias. Así lo haremos —respondió Djalamal en nombre de sus compañeros.

Luego, mientras concentraba parte de su mente en dirigir su cuerpo hacia arriba, animó al trío restante.

—Noto que mis atacantes pierden potencia a medida que me alejo de ellos. ¡Imitadme! ¡Ganad altura!

El doctor Alterman lanzó una exclamación de triunfo comprobando cómo, al levitarse velozmente y quedar a más de un kilómetro del suelo, la acción perturbadora de sus enemigos quedaba poco menos que anulada.

Raoul se había elevado también, pero al captar aquellos mensajes, emitió un pensamiento para la profesora Carón.

—Consuélate, Sandra. Gracias a la intrusión de esa gente podremos vernos. Voy a proyectarme a un lugar donde podamos encontrarnos. ¿Qué te parece darme clase?

—De acuerdo. Proyéctate. Dentro de unos instantes nos encontraremos.

La profesora Carón y Raoul se proyectaron a la capital italiana, donde ella tuvo su cátedra.

Los grupos de acción del general Hoyos se quedaron con un palmo de narices mirando al cielo, en donde habían visto desaparecer a sus presuntas víctimas. Inmediatamente, por orden de los respectivos Orientadores, los telépatas se pusieron en contacto unos con otros para averiguar si alguno de ellos había captado algún otro mensaje.

Como el resultado fue negativo no les quedó más remedio que volver a sus aviones y regresar a la sede de la Asamblea, donde el general les aguardaba para conocer el desarrollo de la misión que les había encomendado.

El informe de los cuatro Orientadores no pudo ser más deprimente para Masterson y sus compinches. Quedaron desconcertados al oír hablar de un Centinela.

—Debe ser el Gran Lama —murmuró Bergel.

—Si es así —declaró el general, golpeando iracundo la mesa con el puño cerrado—, ya no nos dará mucho que hacer. En estos precisos instantes la escuadrilla debe estar bombardeando Lhassa. La intervención de hoy habrá sido la última del Gran Lama.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.