Los bocadillos de rata by David Walliams

Los bocadillos de rata by David Walliams

autor:David Walliams [Walliams, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2012-09-01T00:00:00+00:00


Burt olisqueó el aire y luego jadeó.

—Las crías de rata tienen un olor especialmente dulce… —Se pasó la lengua por los labios, y Zoe se estremeció.

—Aquí no hay ninguna rata —dijo.

—Suéltala —insistió Burt—. Le daré un golpe rápido con este aparatito especial de la más avanzada tecnología, diseñado para aturdir ratas. —Sacó del bolsillo un mazo manchado de sangre—. En realidad no duele, no llegan a sentir nada. Luego la pondré aquí dentro, para que juegue con sus amiguitas.

Burt señaló la jaula dándole una fuerte patada con el talón de su bota llena de mugre. Zoe estaba horrorizada, pero no podía perder los papeles, así que se esforzó por contenerse.

—Me temo que te equivocas —dijo—. Aquí no hay ninguna rata. Si vuelve, puedes estar seguro de que te llamaremos enseguida. Gracias.

—Dámela. ¡Ahora mismo! —ordenó aquel hombre siniestro con su voz ronca y jadeante.

Sheila, mientras tanto, no le quitaba ojo a Zoe, y se dio cuenta de que no despegaba la mano izquierda del pecho.

—¡Serás mentirosa! —la acusó, y tiró violentamente de la mano de Zoe—. La tiene escondida en la chaqueta.

—Sujéteme a la niña, si es tan amable, señora —pidió Burt—. Puedo atizar a la rata a través de la ropa. Así habrá menos sangre en la moqueta.

—¡Noooooooooooooooooo! —gritó Zoe. Forcejeó, tratando de liberar el brazo, pero su madrastra era mucho más grande y fuerte que ella. La pequeña perdió el equilibrio y se cayó al suelo. Armitage se le escapó del bolsillo y se fue correteando por la moqueta.

—¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡A a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a a h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h h!!!!!!!!!!!!!!!!! —chilló Sheila—. ¡Apártela de mí!

—Créanme, no sentirá nada —dijo Burt casi sin aliento mientras se ponía a cuatro patas, sosteniendo el mazo ensangrentado. Le temblaba la nariz mientras perseguía a la rata por la habitación repartiendo mazazos a troche y moche, y estuvo en un tris de aplastar a Armitage.

—¡Ya basta! —gritó Zoe—. ¡Vas a matarlo!

Intentó detener al hombre, pero su madrastra la retuvo cogiéndola por los brazos.

—Ven aquí, monada… —susurraba Burt mientras golpeaba una y otra vez la moqueta polvorienta con el mazo, levantando costras de mugre con cada nuevo mamporro.

Armitage correteaba de aquí para allá, intentando evitar por todos los medios acabar convertido en papilla. El mazo volvió a caer con fuerza, y esa vez le pilló la puntita de la cola.

—¡H i i i i i i i i i i i i i i i i i i c c c c c c c c c c c c c c c c c c c c c c! —chilló de dolor, y fue corriendo a refugiarse debajo de la cama de Zoe.



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