Lo-ruhama by César Vidal

Lo-ruhama by César Vidal

autor:César Vidal [Vidal, César]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T00:00:00+00:00


GOMER

Antes de que pudieran llegar al comercio de perfumes, Sara relató someramente a Gomer cuál había sido su experiencia con embarazos no deseados. Por dos veces, había quedado encinta y en ambas había optado por que le provocaran un aborto. La primera vez se había tratado del primer muchacho del que se había enamorado. Sí, era un chico muy agradable, pero su familia había concertado otro matrimonio más conveniente y no podía romper ese compromiso para casarse con ella. Había sido muy atento y afectuoso, sí, tanto que se había ocupado de encontrar y pagar a una mujer que le deshiciera el niño cuando estaba en el cuarto mes. Luego se había casado con la muchacha que habían decidido sus padres.

—¿Volviste a saber de él? —preguntó Gomer.

—Eh… no… no, la verdad es que no. Bueno, como te iba diciendo, ésa fue la primera vez. La segunda fue con Rubén.

—¿Tu…? —comenzó a preguntar Gomer.

—Sí, con el mismo —cortó Sara—. Yo creo que hubiera podido tener ese niño. A fin de cuentas… bueno, da igual. El caso es que él no quería.

—Y abortaste, claro.

—Por supuesto —dijo Sara con un hilo de voz—, aunque… aunque no me hubiera importado tener ese niño.

La inesperada confesión de la mujer produjo en Gomer un efecto similar al de un viento frío y desapacible. Ambos cuerpos femeninos se encogieron, apretándose el uno contra el otro, como si desearan protegerse de un vendaval imaginario. Siguieron caminando sin despegar los labios durante un rato. Era obvio que Sara había perdido el deseo de hablar y por lo que a Gomer se refería tampoco estaba entusiasmada ante la idea de escuchar más historias tristes.

—¿Sabes? —dijo Sara rompiendo el silencio—. Al final… al final, no es tan duro como parece. Quiero decir que si la persona que te deshace el crío es hábil… bueno, pues no… no tiene por qué pasarte nada.

—Ya… —dejó escapar Gomer sin la menor intención de querer decir nada en particular.

—Quiero decir que, en realidad… bueno, que no es un niño… es… es como… como un cuajaron de sangre… sí, como un cuajaron. Eso es.

Habían llegado a la casa y Gomer no hizo comentario alguno a las últimas palabras de su amiga. Se limitó a apretar el paso para cubrir la escasa distancia que la separaba del umbral. Hacía fresco en el interior y los aromas parecían más intensos que nunca, pero Gomer no experimentó la sensación acogedora de siempre, sino una profundamente desagradable como… sí, como si hubiera entrado en un cementerio durante las horas de la noche.



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