Llamados a la vida by Jacques Philippe

Llamados a la vida by Jacques Philippe

autor:Jacques Philippe
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2013-02-06T16:00:00+00:00


Respuestas verdaderas y respuestas falsas

Ahora desearía hacer algunos comentarios para completar las consideraciones anteriores.

La respuesta a la pregunta: «¿Qué llamada se me dirige en esta situación?», no se inventa a priori, no pertenece sólo al orden de una proyección psicológica, ni es una respuesta concreta como las habituales. Es del orden del don, de la gracia, y se recibe como fruto de la apertura del corazón y de la oración. La descubrimos frecuentemente remitiéndonos a la Palabra de Dios. Suele estar marcada por una especie de sorpresa, de novedad, que es la marca de la acción del Espíritu. Es pacificante y liberadora.

Ante distintas situaciones, resulta que no tenemos respuestas prefabricadas. No suelen tener mucho que ver con la verdadera llamada de Dios. Proceden de nuestros esquemas culturales, de nuestros modos de pensar, de las estrategias que hemos elaborado frente a la vida, y de los automatismos que nos condicionan. A primera vista pueden parecer muy edificantes y espirituales y, sin embargo, no ser más que la expresión psicológica de nuestros temores, de nuestro perfeccionismo, de las falsas ideas que nos hemos forjado respecto a la voluntad de Dios. Para tomar cierta distancia en relación con ello y percibir las auténticas llamadas del Espíritu Santo, es importante aprender a conocerse a uno mismo y abrirse a los demás, que, frecuentemente, ven con mayor claridad. Cuando se tiene la experiencia de la dirección espiritual, generalmente se detecta bastante pronto lo que viene de Dios y lo que viene de la «carne» en el sentido paulino del término, dicho de otro modo, del psiquismo herido.

Por ejemplo, frente a las dificultades de la vida, alguien puede tender sistemáticamente a autoinculparse; otro se creerá siempre obligado a apretar los dientes y esperar que pase; y otro mostrará la tendencia a acusar y echar la culpa a los demás; los hay que se creerán llamados al heroísmo, que no es en modo alguno lo que Dios les pide; o aquél tendrá un miedo terrible a mostrarse débil, porque siempre le han exigido que sea fuerte; algunos practican la negación de la realidad, otros la huida hacia delante. Podríamos multiplicar los ejemplos. En la mayoría de las ocasiones, eso produce frutos de rigidez, de inquietud y de tensión.

Y al contrario, las llamadas que nos llegan del Espíritu Santo tienen ciertas características: están en armonía con la Palabra de Dios y tienen el sabor evangélico de la dulzura, la humildad, la paz, y una nota de sencillez y realismo. Tienen también un aspecto de frescura y novedad. Suscitan un clima de confianza y de estímulo. Aunque su acogida exige a veces esfuerzo y valor, no tienen las características de una obligación que se impone desde fuera, sino que se manifiestan en forma de un impulso interior que respeta la libertad. Nos hacen salir de nuestros escenarios repetitivos y operan auténticos cambios. Introducen en nuestra vida esa novedad que solamente Dios puede producir.

Hay un bello ejemplo de esto en la gracia que, durante la noche de Navidad de 1886,



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