Leyendo a Chéjov by Janet Malcolm

Leyendo a Chéjov by Janet Malcolm

autor:Janet Malcolm [Malcolm, Janet]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Crítica y teoría literaria, Memorias, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 2001-01-01T00:00:00+00:00


Sólo es interesante casarse por amor. Casarse con una chica simplemente porque es bonita es como comprar un objeto que no necesitas en un bazar únicamente porque es de buena calidad. Lo más importante en la vida familiar es el amor, la atracción sexual, el hecho de ser una sola carne; todo lo demás es aburrido e incierto, por mucha que sea la sutileza de nuestros cálculos. De modo que la cuestión no es que la joven sea bonita, sino estar enamorado de ella.

En realidad, en El tío Vania, lejos de culpar a Astrov por rechazar a Sonia y perseguir a Yelena, Chéjov sugiere que Astrov no puede hacer otra cosa. No se trata de elegir entre una opción buena y otra mala. En esas cuestiones uno no tiene elección. «¡Ah, nunca seré un tolstoiano! Lo que más me gusta de las mujeres es la belleza», escribió Chéjov a Suvorin en 1891. La palabras «belleza» y «bello» recorren toda su obra. Lejos de celebrar la virtud prosaica, El tío Vania lamenta su penosa insuficiencia. La acción de la obra es como cuando se arroja una piedra a un estanque en calma. Las «personas hermosas» —Yelena y Serebriakov— perturban la vida de la anquilosada hacienda de Voinitski y Sonia, despiertan al deprimido y agotado Astrov y luego se marchan bruscamente. Las aguas se cierran sobre la piedra y vuelven a calmarse. El tío Vania es una especie de El sueño de una noche de verano del absurdo. Tienen lugar acontecimientos extraños, pero no producen ningún resultado. Visiones de felicidad surgen y se disuelven. Todo queda como antes. En la desgarradora intervención que cierra la obra, Sonia le habla a Vania de su fe en una «luminosa, bella y hermosa» vida después de la muerte. La vida real sigue siendo deslustrada, anodina y fea.

En un relato escrito en 1888 titulado Las bellas, Chéjov explícita lo que está codificado en El tío Vania y, con su habitual originalidad, elige como vehículo para su meditación no a un profesor de estética, sino a un estudiante de bachillerato. El muchacho y su abuelo, que viajan por la estepa un caluroso y polvoriento día de verano, se detienen en una aldea armenia para visitar a un armenio rico y de aspecto cómico al que conoce el abuelo. El chico se acomoda en un rincón de la sofocante casa, llena de moscas, resignado a la idea de una larga y aburrida espera, mientras su abuelo y el anfitrión toman té, servido por la hija del armenio, Mashia, una muchacha de dieciséis años ante cuya aparición el muchacho siente



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