Lecturas para minutos, 2 by Hermann Hesse

Lecturas para minutos, 2 by Hermann Hesse

autor:Hermann Hesse [Hesse, Hermann]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1975-04-22T16:00:00+00:00


El saber y la conciencia

Nuestros saberes, por mucho que se multipliquen, no acaban en un punto final, sino en un signo de interrogación. Un plus de saber significa un plus de preguntas, y cada una de éstas suscita a su vez nuevas interrogaciones.

(253)

Existe el camino que lleva a las zonas, iluminadas por la fría luz neón, de la conciencia aparentemente perfecta y de la racionalidad. Pero existe también, para el que ha recorrido estas zonas, un nuevo paisaje, nuevo calor, nueva inocencia y amor. Esto se alcanza no mediante la huida, sino trascendiendo las zonas frías, y puede luego perderse, para de nuevo recuperarse.

(254)

Hemos llegado a saber que el hombre puede cultivar su intelecto hasta alcanzar unos rendimientos asombrosos sin que por ello sea dueño de su propia alma.

(255)

Lo que nuestro intelecto piensa y dice es un puntito de mosca en comparación con lo que de vida, relaciones y afinidades discurre y fluye por debajo del «umbral».

(256)

Lo que usted dice sobre el intelecto y contra él es cierto, pero creo, sin embargo, que el intelecto en su debido sitio es una cosa muy buena. Y si se quiere utilizar sin más, para áreas de la vida donde el intelecto es un buen guía, el instinto o la intuición, la mayoría de las veces se irá al fracaso, exactamente igual que a la inversa. Lo que no se debe hacer es permitirle al intelecto pretensiones totalitarias y equipararlo al espíritu.

(257)

Es una experiencia curiosa: la persona de puro intelecto, aunque pronuncie palabras divinas y emita juicios sagacísimos, llegará muy pronto a aburrirnos. E igualmente los nobles fanáticos del sentimiento, los poéticos y entusiastas especialistas del corazón nos aburrirán pronto. La noble mente centrada exclusivamente en sí, lo mismo que el noble sentimiento volcado sólo sobre sí, abarcan ambos una dimensión demasiado exigua. Se observa esto en la vida cotidiana y en la vida política, se observa con más claridad aún en el arte. Lo racional o lo afectivo, lo bajo o lo noble, no están completos, no son convincentes, ni son valiosos sin su hermano y contrincante. El hombre nos resulta aburrido si sólo posee dos dimensiones.

(258)

Los filólogos son gente divertida. Siguen la moda y se imaginan que la hacen.

(259)

Es un lance poco frecuente que un gran erudito sea a la vez escritor importante. El ímpetu y la creatividad, cualidades del gran escritor, llegan casi siempre a apagarse ante las cautelas del docto, la lentitud del compilador y la desconfianza del crítico de las fuentes.

(260)

Debemos hacer uso y ejercitar nuestro entendimiento, pero sin atenernos sólo a él. Las personas sencillas y sanas, el «pueblo», se las arregla con la vida y sus problemas a base de embarcarse a fondo en las tareas y alegrías de cada momento y hora. Los intelectuales, con su propensión a pensar, no pueden ingresar en este espacio ingenuo. Necesitan un contrapeso a la inteligencia y a su vanidad, y este contrapeso es la amistad con la naturaleza. La mayoría de las personas «cultas» utilizan para ello, de



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