Las Tragedias de William Shakespeare by William Shakespeare

Las Tragedias de William Shakespeare by William Shakespeare

autor:William Shakespeare [Shakespeare, William]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788026807391
editor: e-artnow Editions
publicado: 2013-12-17T16:00:00+00:00


ESCENA III

Celda de fray Lorenzo

(FRAY LORENZO y ROMEO)

FRAY LORENZO.- Ya la aurora se sonríe mirando huir a la oscura noche. Ya

con sus rayos dora las nubes de oriente. Huye la noche con perezosos pies,

tropezando y cayendo como un beodo, al ver la lumbre del sol que se despierta

y monta en el carro de Titán. Antes que tienda su dorada lumbre, alegrando el

día y enjugando el llanto que vertió la noche, ha de llenar este cesto de bien

olientes flores y de yerbas primorosas. La tierra es a la vez cuna y sepultura de

la naturaleza y su seno educa y nutre hijos de varia condición pero ninguno tan

falto de virtud que no dé aliento o remedio o solaz al hombre. Extrañas son las

virtudes que derramó la pródiga mano de la naturaleza, en piedras, plantas y

yerbas. No hay ser inútil sobre la tierra, por vil y des-preciable que parezca. Por

el contrario, el ser más noble, si se emplea con mal fin, es dañino y

abominable. El bien mismo se trueca en mal y el valor en vicio, cuando no

sirve a un fin virtuoso. En esta flor que nace duermen escondidos a la vez

medicina y veneno: los dos nacen del mismo origen, y su olor comunica deleite

y vida a los sentidos, pero si se aplica al labio, esa misma flor tan aromosa

mata el sentido. Así es el alma humana; dos monarcas imperan en ella, uno la

humildad, otro la pasión; cuando ésta predomina, un gusano roedor consume la

planta.

ROMEO.- Buenos días, padre.

FRAY LORENZO.- Él sea en tu guarda. ¿Quién me saluda con tan dulces

palabras, al apuntar el día? Levantado y a tales horas, revela sin duda

intranquilidad de conciencia, hijo mío. En las pupilas del anciano viven los

cuidados veladores, y donde reina la inquietud ¿cómo habitará el sosiego? Pero

en lecho donde reposa la juventud ajena de todo pesar y duelo, infunde en los

miembros deliciosa calma el blando sueño. Tu visita tan de mañana me indica

que alguna triste ocasión te hace abandonar tan pronto el lecho. Y si no.. . será

que has pasado la noche desvelado.

ROMEO.- ¡Eso es, y descansé mejor que dormido!

FRAY LORENZO.- Perdónete Dios. ¿Estuviste con Rosalía?

ROMEO.- ¿Con Rosalía? Ya su nombre no suena dulce en mis oídos, ni pienso

en su amor.

FRAY LORENZO.- Bien haces. Luego ¿dónde estuviste?

ROMEO.- Te lo diré sin ambages. En la fiesta de nuestros enemigos los

Capuletos, donde a la vez herí y fui herido. Sólo tus manos podrán sanar a uno

y otro contendiente. Y con esto verás que no conservo rencor a mi adversario,

puesto que intercedo por él como si fuese amigo mío.

FRAY LORENZO.- Dime con claridad el motivo de tu visita, si es que puedo

ayudarte en algo.

ROMEO.- Pues te diré en dos palabras que estoy enamorado de la hija del

noble Capuleto, y que ella me cor responde con igual amor. Ya está concertado

todo, sólo falta que vos bendigáis esta unión. Luego os diré con más espacio

dónde y cómo nos conocimos y nos juramos constancia eterna. Ahora lo que

importa es que nos caséis al instante.

FRAY LORENZO.- ¡Por vida de mi padre San Francisco!



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