Las torturas mentales de la CIA by Gordon Thomas

Las torturas mentales de la CIA by Gordon Thomas

autor:Gordon Thomas [Thomas, Gordon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Política, Sociología, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1987-11-30T16:00:00+00:00


Su vida parecía atada en ambos extremos por el viaje en un autobús atestado y sucio, en el que todos olían a sudor y a ajo. A veces se sentía como una sonámbula a la que llevaban y traían del trabajo.

Finalmente empezó a preguntarse qué estaba haciendo, a decirse que aquella existencia no era vida sino una pesadilla. Sin embargo, en esta ocasión no pensó en suicidarse. Aunque la Dexedrina le hacía sentirse excitable y nerviosa, le había devuelto cierta confianza. Pensó que tal vez el fracaso del «suicidio temporal».

significaba que, después de todo, debía regresar a la medicina. Se dijo que lo había hecho bien durante los seis meses que había pasado en el instituto y que le seguía gustando la psiquiatría. Cuantos más estimulantes tomaba, más segura estaba.

La única manera de salir de aquella crisis era enfrentándose a ella abiertamente. Fueran cuales fueran las fuerzas misteriosas y potentes que ocupaban su mente, no iban a atarla a una vida de viajes en autobús y poner y quitar cuñas. La vida no se había terminado, lucharía por regresar. El sistema para hacerlo era evidente: el doctor Cameron. Él nunca se había quejado de su trabajo y, aunque a ella no siempre le habían gustado sus métodos, siempre había cumplido con lo que se le pedía. Y volvería a hacerlo de nuevo. Lo único que quería era una oportunidad para volver a ser médico. Haría cualquier cosa legal para volver a practicar la medicina, ayudar a los enfermos y, con ello, curar su propia enfermedad. Finalmente, cuando se acercaba ya la Navidad, telefoneó a la secretaria del doctor Cameron pidiendo hora.

El día anterior a la entrevista le tocó turno de noche. Con el café del desayuno tomó más pastillas y se fue andando al instituto. Llena de esperanza química, llegó pronto y se sentó en la sala de espera de Cameron, intentando controlarse, abriendo y cerrando las manos, frunciendo la boca y tragando saliva para calmar una ansiedad tangible, como una pelota que amenazara con ahogarla.

Cameron la hizo pasar a su despacho, y ella quedó impresionada ante la magnificencia. La alfombra y las cortinas eran marrones, y las paredes estaban pintadas de un tono más claro. A un lado de la sala había un sofá de cuero y, tras él, una mesa con una grabadora. Una de las paredes estaba cubierta por una librería, del suelo al techo; reconoció muchos de los títulos, de su época de estudiante. Al otro lado había varias sillas tapizadas, agrupadas informalmente alrededor de una mesa en la que había otra grabadora. Supuso que se trataría de la zona de reuniones. Cameron la condujo hasta una silla solitaria situada frente a un sólido escritorio de nogal; era tan grande como la mesa del comedor de la casa de su madre. Le hizo un gesto para que se sentara, y él se situó detrás de la mesa, en el sillón de respaldo alto, tapizado de cuero.

No dijo ni una palabra y se limitó a mirarla fijamente. Ella se sintió pequeña e insignificante.



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