Las Reinas de África by Cristina Morató

Las Reinas de África by Cristina Morató

autor:Cristina Morató [Morató, Cristina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2002-12-31T16:00:00+00:00


Mary Kingsley

* * *

La indómita victoriana

(1862-1900)

De ningún modo pretendía ser asesinada o comida cuando decidí entrar en contacto con tribus de pésima reputación por sus prácticas de canibalismo y de sacrificios humanos, pero eran esas tribus las que mejor convenían para mis investigaciones.

MARY KINGSLEY en 1895, Londres,

del libro Cautiva de África

En una de sus más famosas fotografías de estudio tomada en Londres hacia 1896, al regreso de su segundo viaje a la costa occidental de África, Mary Kingsley luce un encorsetado vestido negro largo hasta los tobillos y en la cabeza un curioso tocado de flores y alambres de lentejuelas. Tiene una figura esbelta y estilizada y posa desafiante ante la cámara, tras un bucólico decorado de cartón piedra, mientras en una mano sostiene un paraguas y en la otra unos guantes. Nada hace imaginar que tras esta mujer de aspecto un tanto cursi, que bien podría pasar por una rígida institutriz victoriana, se escondiera una mujer indómita que vivió entre los caníbales de Gabón y se enfrentó con gran humor a los prejuicios de su tiempo.

Entre la larga lista de exploradores del siglo xix que descubrieron al mundo los últimos secretos del continente africano, la exploradora y científica inglesa Mary Kingsley brilló por encima de todos. El cómo esta solterona dedicada por entero a cuidar del hogar y de una madre inválida, se lanzó con treinta años a la aventura de viajar a África recorriendo peligrosas regiones, sólo se explica conociendo su extraordinaria personalidad.

A Mary, como a muchas jóvenes de su tiempo, le fue negada la educación pero en la biblioteca de su padre leyendo obras científicas y relatos de viajes comenzó a soñar con remotos países y ríos misteriosos. A ella, sin embargo, no le interesaban demasiado las hazañas bélicas y conquistadoras de tipos como Henry Stanley ni los descubrimientos meramente geográficos del señor Samuel Baker. Admiraba más a los exploradores que convivían con los nativos, estudiaban sus costumbres y respetaban sus prácticas más ancestrales aunque éstas resultasen escandalosas para la mentalidad de la época.

Si Mary Kingsley tuvo un héroe -al margen de su padre al que idolatraba- ése fue el capitán sir Richard Burton, un aventurero erudito y provocador que escribió libros extraordinarios de sus viajes cargados de observaciones antropológicas y etnográficas. En 1862 Burton visitó Gabón y tuvo la oportunidad de conocer a la tribu de los fang, con fama de caníbales, y de recoger valiosa información sobre sus costumbres y creencias religiosas. Treinta años después la intrépida Mary Kingsley pisaría los mismos bosques tropicales que su admirado explorador, contemplaría a los gorilas -que seguramente nunca antes habían visto a una mujer blanca- y tomaría el té entre los caníbales. Eso sí, la señorita Kingsley lo haría a su manera, viajaría sola, casi siempre a pie y sin escolta, dormiría en las chozas nativas y comería el «menú selvático» que le ofrecieran sus anfitriones aunque fuera carne de serpiente asada o mono en su punto. Los únicos caprichos que se permitiría serían un cepillo de dientes, un peine, una almohada y grandes cantidades de té que la ayudarían a soportar las duras jornadas.



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