Las Navas by Judá Barber

Las Navas by Judá Barber

autor:Judá Barber [Barber, Judá]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-03-02T00:00:00+00:00


* * *

Después de una cena ligera, a base de pollo frío y un vino fuerte, los líderes más importantes de la cruzada se reunieron en el pabellón del rey de Castilla. Los tres monarcas estaban sentados tras una mesa de madera, presidiendo el consejo. En el centro se encontraba Alfonso, flanqueado a su diestra por Pedro de Aragón y a su siniestra por Sancho de Navarra. También estaban presentes los nobles más destacados, arzobispos y maestres de las órdenes militares. Unas lumbres iluminaban a los hombres, creando sombras en sus curtidos rostros con su luz titilante.

Todos eran conscientes de las dificultades de tomar por asalto Salvatierra, habían podido observar sus formidables muros y sus robustas torres. Aunque no era tan imponente como Calatrava, la perspectiva de un ataque contra aquellas férreas defensas cuando el ejército enemigo, el verdadero objetivo de la campaña, estaba tan cerca, dividía las opiniones de los dirigentes.

—Deberíamos asediar la fortaleza —aseguraba el rey castellano—. Calatrava cayó en un día, no veo por qué Salvatierra, plaza menos poderosa, debiera resistirse mucho más. Estoy convencido de que, en menos de una semana, rendiremos el castillo.

Hubo un murmullo de voces a favor y en contra.

—En Calatrava —repuso el monarca aragonés— pudimos contar con la pronta rendición de la guarnición, si no, nos hubiese tomado mucho más tiempo, víveres y hombres. En este caso, no sabremos qué harán los defensores. Puede que no se rindan con tanta facilidad.

—Además —añadió Sancho de Navarra—, ya no contamos con los ultramontanos. Nuestro ejército es ahora menor, debemos ir con más cuidado y no sacrificar soldados contra murallas de piedra. Deberíamos ir primero contra la hueste mora, que sabemos que se encuentra a pocos días de aquí. Ya habrá tiempo de venir a por Salvatierra cuando los derrotemos.

Se hizo un breve silencio, muchos nobles se alineaban con el navarro. Les desagradaba la idea de lanzarse contra los recios muros de la fortaleza cuando casi podían oler al inmenso ejército almohade. Aunque la opinión del rey de Castilla, el principal promotor de la peregrinación, pesaba mucho.

—Sí —intervino Diego López de Haro—, pero si no nos alzamos con la victoria, tendremos que regresar por este camino, con el castillo y su nutrida guarnición amenazando nuestra retirada. Es mejor tener una ruta de huida segura.

La tensión era palpable en la tienda real. Las posiciones estaban claras. Por un lado, los castellanos deseaban tomar la fortaleza, con la clara intención de ampliar sus dominios; por otro lado, el resto de los cruzados, que ansiaban continuar hacia el sur y presentar batalla. Todos miraron a los calatravos, los últimos defensores del castillo. Su opinión era de vital importancia.

Ruy Díaz, consciente de ello, carraspeó y se adelantó un paso. Vidal que, como costumbre, le había acompañado al consejo, se quedó quieto.

—Todos habéis visto Salvatierra —dijo el maestre—. Como cualquier plaza no es inexpugnable y tiene sus puntos débiles, pero no será sencillo. Solo puedo decir que nosotros resistimos durante dos meses con menos de mil hombres contra la inmensa hueste agarena.



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