Las moscas by Jean-Paul Sartre

Las moscas by Jean-Paul Sartre

autor:Jean-Paul Sartre [Sartre, Jean-Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1943-01-01T04:00:00+00:00


(Pausa) ¡Vergüenza! He vuelto a mi ciudad natal y mi hermana se ha negado a reconocerme. ¿Dónde iré ahora? ¿Qué ciudad he de frecuentar?

ELECTRA.— ¿No hay alguna donde te espere una mujer de hermoso rostro?

ORESTES.— Nadie me espera. Voy de ciudad en ciudad, extranjero para los demás y para mí mismo, y las ciudades se cierran tras de mí como el agua tranquila. Si me voy de Argos, ¿qué quedará de mi paso sino el amargo desencanto de tu corazón?

ELECTRA.— Me has hablado de ciudades felices…

ORESTES.— Poco me importa la felicidad. Quiero mis recuerdos, mi suelo, mi lugar en medio de los hombres de Argos. (Un silencio.) Electra, no me iré de aquí.

ELECTRA.— Filebo, vete, te lo suplico: me das lástima, vete si me quieres; sólo pueden sucederte cosas malas, y tu inocencia haría fracasar mis proyectos.

ORESTES.— No me iré.

ELECTRA.— ¿Y crees que te dejaré así, en tu pureza inoportuna, juez intimador y mudo de mis actos? ¿Por qué te empecinas? Aquí nadie quiere saber nada de ti.

ORESTES.— Es mi única posibilidad. Electra, no puedes negármela. Compréndeme: quiero ser un hombre de algún lado, un hombre entre los hombres. Mira, un esclavo, cuando pasa cansado y ceñudo, con una pesada carga, arrastrando las piernas y mirando a sus pies, exactamente a sus pies para evitar una caída, está en su ciudad, como una hoja en el follaje, como el árbol en la selva; Argos lo rodea, pesada y caliente, llena de sí misma; quiero ser ese esclavo, Electra, quiero arrimar la ciudad a mi alrededor y envolverme en ella como en una manta. No me iré.

ELECTRA.— Aunque te quedes cien años entre nosotros, nunca dejarás de ser un extranjero, más solo que en un camino. Las gentes te mirarán de soslayo, entre sus párpados semicerrados, y bajarán la voz cuando pases junto a ellos.

ORESTES.— ¿Entonces es tan difícil serviros? Mi brazo puede defender la ciudad, y tengo oro para aliviar a vuestros pobres.

ELECTRA.— No nos faltan capitanes ni almas piadosas para hacer el bien.

ORESTES.— Entonces…



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