Las montañas tienen un secreto by Arthur Upfield

Las montañas tienen un secreto by Arthur Upfield

autor:Arthur Upfield [Upfield, Arthur]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1947-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO XIII

Por la puerta de atrás

Vistas desde el Norte, las Grampians no resultan tan imponentes; dan la sensación de ser poco altas y de tener flancos achatados. Pero cuando se acerca uno a la barranca de Hall por la carretera del Oeste adquieren un aspecto impresionante, y al entrar en la barranca se comprende el éxito con que han logrado ocultar su grandeza.

Mulligan, con ropa deportiva, manejando un buen automóvil, pasó junto al pequeño refugio turístico de la barranca de Hall. A su lado iba sentado el inspector Bonaparte, ya no tan bien vestido: los pantalones de montar eran nuevos, pero las botas y las polainas pertenecían al hijo de Mulligan, que era un excursionista entusiasta. El abrigo lo había adquirido en una tienda de ropa usada y le quedaba un poco grande. La camisa caqui, bajo el abrigo, era una de las de Mulligan y cuatro tallas mayor de lo debido. En el asiento de atrás descansaba un rollo de mantas dentro de una envoltura de lona y una mochila conteniendo alimentos, tabaco, cerillos y un par de cajas de balas de pistola.

Cuando ya estaban a más de dos millas al Sur de la barranca de Hall, dijo Mulligan:

—Aquí fue donde hallaron a Price. Su coche estaban junto al camino y en dirección a la barranca. Media milla más atrás, en este camino, había entonces un campamento de peones camineros. Eran como las nueve de la mañana cuando el primero que pasó por aquí vio el cadáver, todavía sentado tras el volante, como si se hubiera quedado dormido. Le habían atravesado la cabeza con una bala de calibre 32. El motor estaba apagado, con la llave puesta y la marcha en punto muerto. Pudo suceder que Price colocara el auto a un lado del camino, apagara el motor, frenara con el pie para parar, e inmediatamente después de esto le dispararan, hiriéndole de muerte.

—Lo que indica que le hicieron una seña para que se detuviera o que se encontró con alguien conocido —añadió Bony con una ligera nota de interrogación en la voz.

—Así parece —asintió Mulligan—. Dentro del automóvil no había más huellas dactilares que las del propio Price. Según dijo Simpson, Price lavó y lustró el auto el día anterior a su partida. Afuera, en la portezuela, junto al asiento del chófer, se hallaron las huellas de Simpson y éste admitió sin dilación que cuando Price iba a partir, él se había apoyado en esa ventanilla, charlando con el detective. Este salió del hotel la tarde del 13 de diciembre. Fue encontrado muerto a la mañana siguiente. Había dos marcas de bala en el coche: una en la parte posterior y otra dentro. Las dos balas fueron encontradas. Por lo menos, hubo tres disparos.

—¿Tiene usted alguna opinión personal sobre este asunto?

—Sí. Que el asesino abrió fuego mientras corría hacia Price, sin darse cuenta de que el primer disparo lo había matado.

—Parece una deducción lógica. ¿Nadie del campamento oyó los disparos?

—Nadie. La noche del 13 de diciembre fue tibia y sin viento.



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