Las memorias de Blas Pavón by José Fuentes Mares

Las memorias de Blas Pavón by José Fuentes Mares

autor:José Fuentes Mares [Fuentes Mares, José]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1965-12-31T16:00:00+00:00


Pero no quiero pasar inadvertido un acontecimiento sobresaliente en la historia de esos días: el entierro solemnísimo, en el Panteón de Santa Paula, de la pierna destrozada por la metralla francesa en 1838. El 26 de septiembre me mezclé entre la gente que presenciaba el paso del cortejo. Cabe apenas en la cabeza que media docena de cortesanos haya podido urdir un homenaje como ése, y que, para permitir que una parte de su cuerpo se llevara y trajera en comedia tan repugnante, Santa Anna hubiera perdido la poca vergüenza que podía quedarle. Pero así fue. Entre honores militares y lágrimas a sueldo, el macabro despojo fue llevado a Santa Paula en una urna primorosa. Si Santa Anna no hubiera sido destronado, habríamos tenido para rato con la famosa pierna. Tal vez perdimos la ocasión de fundar entonces una nueva religión, o sencillamente de que se nos conociera en el mundo como el país de la mala pata.

El 1 de enero de 1844 se instaló el Congreso de acuerdo con las Bases Orgánicas; un Congreso instrumental, como los que gustaban a don Antonio para gobernar según sus «inspiraciones». El desorden era tan grande que lo permeaba todo, hasta el extremo de contar entre sus víctimas al bueno de Mr. Shannon, ministro de los Estados Unidos, quien sin andarse por las ramas declaró por entonces que hacía años que su país proyectaba apoderarse de Texas, algo que todos sospechábamos, pero que no suponíamos pudieran confirmar los propios labios del ministro plenipotenciario. El 20 de septiembre se nos fue Santa Anna a Manga de Clavo y dejó a Canalizo en la presidencia. Esto era el colmo en aquella situación de colmos. Canalizo era un retrasado mental, bueno cuando más para mozo de estribos, y sin embargo Santa Anna le confiaba la presidencia mientras él, en Manga de Clavo, gozaba de la vida entre favoritos y favoritas. Creo que todos vimos con simpatía el pronunciamiento de Paredes, el primero de noviembre, y sobre todo el del 6 de diciembre, en la capital, que colocó a Herrera en la presidencia mientras Santa Anna andaba en campaña.

Alguien tenía que acabar con aquello. Alguien, llamárase federalista o demonio domesticado. El país era mala versión de sultanato o región de cafrerías. De paraje semicivilizado quedaba el recuerdo apenas. Al calor del último motín, los mismos léperos que un año antes formaron valla al paso de la pierna, la extrajeron ahora de Santa Paula y la arrastraron por las calles. El espectáculo terminó cuando el despojo heroico se dejó al hambre de los perros, que muy hambrientos debieron de estar cuando le hincaron el diente. Hasta 1821 habíamos podido ser un pueblo. Raquítico, a medio cocer, pero pueblo al fin. Ahora parecíamos ocho millones de sabandijas.



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