Las dos caras de la luna (Spanish Edition) by Elizabeth Bowman

autor:Elizabeth Bowman
La lengua: spa
Format: mobi
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00

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Aquella fatídica noche marcó un antes y un después en la vida de Livia y Jack.

Si bien era cierto que él continuaba amándola con la misma pasión intempestiva del principio (de hecho era terriblemente consciente de que jamás podría dejar de amarla) acabó por desistir de tanta lucha imposible y rendirse a la realidad: una realidad en la que cualquier relación entre ellos era un despropósito, algo que jamás podría ser y que, por lo tanto, no debía ser.

Él era un tipo corriente sin ambiciones ni pensamientos demasiado elevados. Y nunca le había importado. Siempre había llevado una vida sencilla y centrada en su trabajo en la finca de Malbourey, nunca había pretendido más… hasta que la Livia niña apareció en su vida y dio paso a la Livia mujer.

Desde entonces, su vida había dado un giro brutal, e incluso se había atrevido a hacer algo que ninguno de sus semejantes habría osado hacer más que en la dulce permisividad que conceden los sueños: levantar la mirada de ese suelo del que no debían alzarla para fijarla en ella. En el punto más distante y prohibido que un ser insignificante como él podía imaginar.

Y desde entonces la había amado y aún la amaba con todo su corazón, a pesar de la distancia y de los estúpidos prejuicios sociales que los separaban; y para él ese amor era más que suficiente.

“Me temo que eso no es suficiente”, le había dicho ella. Y él la había mirado con el alma hecha jirones. Jirones que ella se había encargado de cortar y desgarrar sin la menor compasión.

¿Qué más podía necesitarse, niña necia? Alguien que te quiera, que esté a tu lado, que te proteja del frío bajo su ala y te proporcione aliento cuando sientas que no puedes más. Alguien que te tienda una mano cada vez que te caigas y te ayude mil veces y sin reproches a levantar, alguien que te mire a los ojos y te haga sentir que para él eres el mundo entero aunque para el resto del mundo no seas nadie. Ese es el mayor tesoro al que puede aspirar el alma humana, más allá de fruslerías, joyas y riquezas.

Pero a esas alturas ya estaba cansado de tantos desengaños y de tantos ridículos caprichos. Estaba cansado de soñar y de esperar algo que nunca llegaba y cuya espera solo conseguía destrozarle el alma. ¡Que le llamaran cobarde! No le importaba. Porque tal vez lo fuera. Un cobarde que simplemente se había cansado de luchar, que simplemente se había cansado de sufrir; incluso los más valerosos guerreros se cansan en algún momento de salir al campo de batalla cuando la lucha se presenta interminable y sin posibilidad de victoria. Y ya no podía más. Ciertamente no podía más.

Con todo el dolor de su corazón decidió que lo mejor sería alejarse de Livia con el fin de preservar su salud mental y la escasa dignidad que le quedaba. Le dolería el alma y sufriría como un condenado, pero prefería

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