Las canicas, las «cuquis» y el novio tontito de Mamá by Alfonso Ussía

Las canicas, las «cuquis» y el novio tontito de Mamá by Alfonso Ussía

autor:Alfonso Ussía [Ussía, Alfonso]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2005-04-30T16:00:00+00:00


El tío Luis Práxedes tenía razón sobrada para darle puerta a una mujer que, después de sólo siete años de soledad, era capaz de escribir «¡Qué desgraciada soy!».

Lo mismo le dije a María.

—Esa exclamación está prohibida en esta casa, María.

—De acuerdo, señor, pero soy bastante desgraciada.

—Eso está mejor. «Bastante» se acepta.

—Muy «bastante».

—El tiempo todo lo cura, María. Vamos, vaya a su cuarto.

—Gracias, señor.

—Antes de que me arrepienta…

* * *

Tomás, el gran traidor, ha vuelto. No oculta su perversa maniobra.

—Florestán es mi futuro cuñado y ha sido mayordomo de los marqueses de Domecq.

—Pero tú me tienes que informar de las incorporaciones laborales que se producen en mi casa.

—Ahí estoy de acuerdo. Pero verá como no se arrepiente. Servido por los dos, se sentirá mucho mejor atendido. Me han contado lo de ayer. Esta casa es de locos, señor marqués.

—Terrible día, Tomás. Ahora tengo que convencer a mi madre para que acepte de nuevo a María, y a Petra para que renuncie definitivamente a su plan criminal.

—No todo son malas noticias, señor. Ha llamado el señor Monteñoño. El campeonato se retrasa una semana en señal de duelo por el fallecimiento de don Estanislao Montejúcar, uno de los participantes.

—¿Ha muerto Estanis Montejúcar?

—Ayer por la tarde. Volvía del gimnasio y le dio un pipirlete cardiaco. Tiene una semana más para entrenarse y un adversario menos. Enhorabuena, señor.

—Gracias, Tomás, la noticia es magnífica. Además, Estanis Montejúcar era un tramposo. En lugar de impulsar la canica con un toque seco de la uña, alargaba el brazo y ganaba un metro de distancia. Y tampoco era simpático. Estudió el bachillerato en un internado de Poitiers, y se le quedó la mala leche de los franceses para toda la vida.

—Con una semana más de entrenamiento, Campeón del Mundo, señor marqués.

—Acaricio el trofeo, Tomás. Pero antes, vamos a arreglar los problemas pendientes de solución.

* * *

Mamá desayuna. Don Crispín la ha preparado. No la encuentro tan inflexible y reticente cuando le propongo que conceda un margen de confianza a María.

—Ha actuado muy mal, Mamá, pero su hoja de servicios en esta casa era impecable. Creo que merece una oportunidad.

—De acuerdo, hijo, que se quede, siempre que me asegures que no va a llevarse a cabo su fusilamiento por parte de Petra.

—De Petra me encargo yo.

—Y con una condición.

Mamá siempre aprovecha las situaciones para sacar beneficios de la nada.

—La que tú digas, Mamá.

—Me he enterado del fallecimiento de Estanis Montejúcar y del aplazamiento del campeonato de canicas que os traéis entre manos.

Por lo tanto, esta noche puede venir a cenar el tío Pochito y recibir todas las atenciones y los mayores afectos de tu persona.

Golpe bajo y eficaz. No tengo argumentos en contra.

—Estaré encantado de atender al tío Pochito. Si te parece, mandamos a Karmel a buscarlo.

—Perfecto. María puede incorporarse a sus quehaceres. Pero sujeta bien a Petra, que tiene muchos rencores.

Tampoco es para tanto. El tío Pochito es tonto, pero está bien educado y no come con la boca abierta. Una cena en su compañía no es una tragedia. Es más, cuanto antes se cumpla este compromiso, antes quedo en libertad absoluta para entrenarme.



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