Las águilas de Tenochtitlán by Enrique Ortiz

Las águilas de Tenochtitlán by Enrique Ortiz

autor:Enrique Ortiz [Ortiz García, Enrique]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-319-582-9
editor: Penguin Random House Grupo Editorial México
publicado: 2020-06-26T00:00:00+00:00


CAPÍTULO X

El sol, Tonatiuh, empezó a descender por el oeste, sobre el horizonte montañoso de la región de Tepecuacuilco, coloreando el cielo de hermosas tonalidades anaranjadas, rojizas y rosadas. A partir del mediodía, bajo la mirada atenta de los militares chontales, llegaron las primeras unidades del gigantesco ejército de la Triple Alianza. Se empezaron a congregar al oriente de la pequeña población de Ahuacatitlán, acechaban los alrededores mientras esperaban la llegada del primer xiquipilli de ocho mil hombres. Las nubes grises que durante la mañana se habían cernido sobre la región se habían ido disipado a lo largo del día. Para cuando la vanguardia del primer xiquipilli hizo su aparición por el oriente, el cielo ya se encontraba completamente despejado. Al verlo a la distancia, Tzotzoma tuvo una idea del tamaño de la fuerza a la que se enfrentaría. La vanguardia se presentó por un camino angosto que ondulaba entre montañas de respetable altura. La columna era tan larga que a la distancia parecía una serpiente que buscaba desesperadamente una presa para devorar: la población de Ahuacatitlán.

Se trataba de un pequeño poblado de no más de tres mil personas que, debido a su aislada ubicación al fondo de una hondonada, al pie de cerros y montañas ubicadas al oeste y al este, era prácticamente indefendible. Su mala posición estratégica auguraba que sería inundada de tropas mexicas y rodeada con facilidad. Desde la saliente rocosa de una cumbre cercana, Tzotzoma, acompañado de sus consejeros y capitanes, observó durante toda la tarde cómo se congregaban decenas de miles de hombres, hasta que los últimos grupos se integraron al campamento, que poco a poco tomaba forma frente al pequeño poblado.

El líder de la defensa de Teloloapan sabía que la población ubicada en la hondonada no podía ser ni defendida ni conservada, por esa razón había ordenado que sus almacenes fueran vaciados y sus habitantes evacuados de la zona de conflicto. Sin embargo, era un lugar perfecto para prepararles una sorpresa a los hombres de la Excan Tlatoloyan. Con una amplia sonrisa, su hijo Chicuei Mázatl le comentó:

—Mi señor, todo está preparado conforme a sus órdenes.

Con la mirada perdida hacia la población ubicada al pie del promontorio, Tzotzoma preguntó:

—Tetzauhtecuhtli ¿ya están preparados los contingentes de reserva?

—Ya están en posición, tecuhtli Tzotzoma. Esperando el momento en que se les dé la orden para entrar en acción —respondió un capitán alto y de amplio torso. Tenía el rostro pintado de azul y amarillo. Cubría su espalda con una piel de ocelote cuyas extremidades superiores habían sido anudadas sobre el pecho del guerrero.

Los primeros contingentes mexicas en llegar a la quebrada se acercaron al poblado con la intención de saquearlo y quemarlo hasta los cimientos. Poco a poco se internaron en sus angostas calles; pensaban que estaba completamente vacío, ya que se encontraba sumido en una silenciosa oscuridad. En las casas y patios hallaron evidencia de una apresurada evacuación por parte de sus habitantes. Vasijas y recipientes tirados en el piso, petates abandonados, granos de maíz desperdigados a las entradas de las casas.



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