Las 52 Seducciones by Betty Herbert

Las 52 Seducciones by Betty Herbert

autor:Betty Herbert [Herbert, Betty]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


x

A veces me siento como si tuviese las púas de un erizo. Son una barrera llena de pinchos que simplemente no puedo retraer.

Pensé que había conseguido bajarlas un poco a lo largo de los últimos meses, o al menos limarlas. Pero esta semana otra vez estaban ahí: abruptas, pinchudas, impenetrables.

He pasado una semana extraña, frustrada, enojada. No ha ocurrido nada de particular, pero hace calor, yo estoy demencialmente ocupada en el trabajo y nadie tiene una actitud cooperativa. Pero, más que eso, me siento como si mi cuerpo se hubiese replegado hacia dentro. Todo me sabe mal y me huele mal. Con bastante frecuencia tan solo el sonido de la radio me ha resultado insufrible. Si Herbert ha intentado hablar conmigo mientras la radio estaba puesta, le he respondido con un ladrido. No soporto que me toquen. Me siento como si tuviera la piel demasiado fina.

En dos ocasiones esta semana me he levantado de la cama a toda velocidad en plena noche, convencida de haber notado un borbotón de sangre saliéndome y empapándome las piernas. En dos ocasiones he comprendido que se trataba solo de un sueño. La mente tarda en ponerse a la par que el organismo. La mía, a lo que parece, es temerosamente protectora con él.

Yo practico la meditación, y sé que estas fases son necesarias. La meditación es como la lenta acción del agua en la roca. Poco a poco va agujereando capas y más capas de sedimento, y de vez en cuando algo ignoto queda expuesto a la luz, un yacimiento de huesos antiguos. También estos se aflojan con el tiempo, pero primero deben salir, para que puedan empezar a alisarse. Con los años he aprendido que mi cuerpo retiene una huella de mis miedos, una defensa física contra ellos que a lo largo de los años se transforma en un dolor inamovible.

Esta mañana, por ejemplo, fui a clase de yoga, que solo era la segunda desde que mis problemas ginecológicos me obligaron a cancelarlas. En su momento, era capaz de doblarme por la mitad cual una silla plegable, no debido a mi destreza yóguica, sino porque tenía hipermovilidad en las caderas. Hoy, me he quedado conmocionada al descubrir que no podía doblarme ni un ápice, que mi franja pélvica se había agarrotado tanto que parecía que tuviera un nudo rígido. En cuanto me repuse del sofoco de la humillación (a mi lado una señora de setenta años estaba ejecutando a la perfección la postura la pinza), entendí hasta qué punto había estado imaginando mi cuerpo como un objeto frágil necesitado de protección. He estado enroscada hacia dentro como ese erizo, y al enroscamiento se han unido incluso las partes de mi cuerpo sobre las que no tengo ningún dominio.

Pero por mucho que sea consciente de ello, ¿qué hago yo ahora con esta información? Una cosa es comprender que mi cuerpo se ha enroscado para protegerse a sí mismo, y otra averiguar ¿cómo hago para desenroscarlo?



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.