La vida secreta de los cuadros by Agustín Sánchez Vidal

La vida secreta de los cuadros by Agustín Sánchez Vidal

autor:Agustín Sánchez Vidal [Sánchez Vidal, Agustín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Arte
editor: ePubLibre
publicado: 2022-02-23T00:00:00+00:00


GENTE MENUDA

Desde el punto de vista pictórico, quizá los más característicos fueran los enanos. Su baja estatura ya suponía para ellos una barrera social. En la época que nos ocupa, era opinión común que las personas con esa peculiaridad no debían desempeñar puestos públicos o de respeto. Felipe II destituyó al corregidor de Málaga, a pesar de su gran valía y capacidad, porque su menguada altura provocaba burlas que dificultaban el ejercicio del cargo.

Era habitual que ya desde niños sirvieran como acompañantes de las infantas y futuros príncipes, una especie de mascotas humanas de su misma estatura que a menudo les servían como confidentes. Se convirtieron en una presencia tan habitual que su demanda aumentó, y Fernando Bouza ha hecho notar que, de la misma manera que España era una buena cantera de locos —que exportaba a toda Europa—, otros países como Polonia parecían especializados en enanos. Tantos venían de allí que se llegó a pensar que los «fabricaban», y un médico de aquella nación dio noticia de un ungüento que, aplicado a la columna vertebral de un recién nacido, impedía su crecimiento normal, para poder exhibirlo luego en las ferias o dedicarlo a la mendicidad.

En 1572 Carlos IX de Francia recibió como regalo del rey polaco Segismundo Augusto siete enanos y tres del emperador Maximiliano II de Austria. Y eso que su madre ya tenía otros tres, porque les era aficionada en extremo. Al parecer, salieron muy bravos, tanto que uno de ellos llegó a proponer una leva de arcabuceros enanos en su tierra natal para llevarlos a Francia a combatir. En España destacó el polaco Estanislao, gran cazador, a quien su pequeña estatura le permitía emboscarse entre los matojos vestido con ropas de camuflaje. Es uno de los candidatos que se han propuesto para el cuadro de Antonio Moro El enano del cardenal Granvela, que se custodia en el Louvre e inaugura la galería de enanos con perros.

Existían combates de enanos y piezas de teatro que les concedían el protagonismo, como el Auto dos enanos, de Gil Vicente. También los había dedicados a la tauromaquia, precursores del Bombero Torero y sus siete enanitos con los que, andando el tiempo, se traducirían en nuestro país muchos de los gags del cine mudo y las películas de Charlot, en las llamadas «charlotadas».

Era inevitable, por tanto, que la pintura dejara constancia de ellos. Como sucede con la de Alonso Sánchez Coello, ese eslabón entre Antonio Moro y Velázquez. Su Retrato de doña Juana Mendoza, duquesa de Béjar, con su enano se ha relacionado con Las meninas, por la escena que compone el enanito niño que presenta a la duquesa el jarro de chocolate, de modo similar al búcaro que ofrece a la infanta Margarita una de sus damas en la citada obra maestra. Pero dado que esa de Sánchez Coello no está en el Prado, merece la pena considerar su Retrato de la infanta Isabel Clara Eugenia y Magdalena Ruiz, donde la hija preferida de Felipe II y su tercera esposa, Isabel de Valois, aparece con la enana que se menciona en el título.



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