La verdad de una mentira by Sandra Bree

La verdad de una mentira by Sandra Bree

autor:Sandra Bree [Bree, Sandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-02-14T00:00:00+00:00


8

—Tranquila, Eva, no perdamos la calma. Alguien nos buscará aquí. —Lorena tomó los hombros de su abuela, que lloraba asustada. Ella también lo estaba, pero no quería preocupar a Eva más de lo que estaba—. Alejandro nos encontrará, conoce todas mis sospechas sobre el accidente de mi madre. —Se humedeció los labios nerviosa. Recordó que su teléfono seguía sobre la cama del dormitorio, y con ello, la preocupación en la voz sabia—. Siéntate, ven.

Ayudó a Eva a sentarse en un taburete de madera que había bajo un banco de trabajo, la luz del garaje estaba encendida, pero la puerta era maciza y no había más ventanas que la pequeña que María había abierto y que comunicaba con la cocina.

Lorena recorrió el lugar tanteando las puertas. La grande era completamente imposible abrirla, sin embargo, si lo lograba con la de la cocina, tendría acceso a la ventana exterior y alguien podría oírlas gritar. Con decisión, la empujó con fuerza, sin llegar a moverla ni un palmo. Buscó entre las herramientas algo que la ayudase.

—¿Crees que podrás, Lore?

—Tengo que intentarlo. No te preocupes. —Cogió un par de llaves inglesas y golpeó el tirador con potencia. Primero, lo intentó con una, después con otra y a medida que iba pasando el tiempo y los nervios se apoderaban de ella, siguió golpeando la cerradura con toda clase de objetos que encontraba—. ¡Mierda! —gritó enfadada y cansada—. ¿De qué está hecha esta maldita puerta?

—Puede que María solo pretenda asustarnos, Lorena. No creo que nos deje aquí mucho tiempo.

—¿Por qué lo habrá hecho? No entiendo qué pretende ganar con esto. La faena es que me he dejado el móvil en la habitación. —Se acercó hasta Eva, pensativa—. ¿Quién irá primero a casa?

—Hoy, solo comíamos nosotras, no nos echarán en falta hasta bien entrada la tarde, cuando vaya Silvia a merendar con los mellizos —gimió, frotándose las manos.

Lorena respiró profundamente. Encima, María tenía suerte con eso. No podía decir que lo tenía planeado, pero sí que le estaba saliendo a pedir de boca. Claro que no era muy consciente de lo que María quería hacer hasta que sintió el penetrante olor atravesando sus fosas nasales.

—¿No huele raro? —preguntó Lorena. Se puso nerviosa. Era gas.

Eva negó, y ella no quiso asustarla más, sin embargo, debía saber…

—¿Qué es lo que había en esa habitación, Eva? ¿Era una cocina?

—Tienen una que utilizaban para las matanzas. ¿Por qué?

Lorena agitó la cabeza como si no tuviera importancia, fingiendo no sentir los alocados latidos de su corazón que amenazaban con atravesar su pecho. Intentó cerrar el ventanuco pequeño como pudo y finalmente cogió otro taburete y se sentó al lado de Eva. Confiaba en que alguien las echara de menos y las buscasen.

—Lore, cuéntame de tu madre y lo que habéis hecho estos años. Me gustaría saber todo.



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