La tejedora de la muerte by Concha Lopez Narvaez

La tejedora de la muerte by Concha Lopez Narvaez

autor:Concha Lopez Narvaez
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Juvenil
publicado: 2011-07-04T22:00:00+00:00


7

El experimento

Cuando abandoné la casa de María Francisca, me sentía profundamente confundida y excitada. La mayor parte de lo que acababa de oír no sólo coincidía con mis recuerdos, sino que, además, los completaba de manera sorprendente.

Ignoraba qué había de cierto en aquella extraña historia de la tejedora de la muerte; pero me atraía de tal modo que no podía apartarla de mis pensamientos. Hasta tal punto era esto así que pasé la mayor parte de la noche desvelada.

Se acercaba el alba cuando, de súbito, se me ocurrió la peregrina idea de realizar una especie de experimento parapsicológico. En principio, se trataba de ir a encerrarme a solas en mi antiguo dormitorio de la casona y obligar a mi mente a concentrarse en el pasado.

Tan singular ocurrencia se sustentaba en cierta hipótesis, para algunos científica, según la cual las imágenes y los sonidos no se destruyen, sino que permanecen en el espacio para siempre. Aunque en condiciones normales el ser humano no sea capaz de captarlos, es posible que, excepcionalmente, algunas personas, haciendo un gran esfuerzo mental, puedan llegara percibirlos.

Por supuesto, yo era consciente de que con dicho experimento tenía muy pocas probabilidades de conseguir resultados positivos; pero, a pesar de todo, me sentía impulsada a realizarlo y, ya al despuntar la mañana, estaba decidida a llevarlo a cabo y a posponer para ello mi vuelta a la ciudad.

Una vez tomada tal determinación, me sentí emocionada e impaciente, deseosa de que llegara la noche para instalarme en la casona.

Sin embargo, a medida que el día avanzaba, mis sentimientos fueron cambiando y comencé a pensar qué ocurriría si, a causa de algún extraño fenómeno llegara, o creyera llegar, a captar imágenes y sonidos del pasado. ¿Estaba preparada para ello? ¿No podría resentirse el equilibrio de mi mente?

Confieso que en algunos momentos me invadió la inquietud; pero los lógicos temores acabaron siendo vencidos porque mis deseos de saber tenían mayor fuerza que mis miedos. De modo que, ya de noche, abandoné el hotel para dirigirme a la casona.

Y aquí me encuentro ahora, en el dormitorio de mi niñez, dispuesta a iniciar lo que, en cierto modo, es un viaje hacia lo desconocido. ¿Con qué voy a encontrarme? Quizá con nada, quizá con algo emocionante y puede que también peligroso. En todo caso estoy a punto de averiguarlo.

Aunque en esta época del año todavía hace calor, he cerrado la ventana para evitar que los ruidos de la calle me distraigan. Precisamente el motivo de realizar el experimento durante la noche es el de disfrutar de un mayor sosiego.

Me desvisto con rapidez, y también rápidamente me meto en la cama. No quiero dar tiempo a los temores que de nuevo amenazan con asaltarme. Apago la luz y en seguida hago lo posible para relajarme. Me digo que, en primer lugar, debo dejar mi mente libre de todo pensamiento que no tenga relación con el pasado.

Por las rendijas de las contraventanas se filtran los rayos de la luna, y hay una suave luminosidad que flota entre los muebles.



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